lunes, 23 de agosto de 2010

Un día frankfurtiano a la orilla del Paraná (1º Parte)


El desafío constante de quienes debemos reflexionar acerca de lo que ocurre en la sociedad es precisamente lograr cierta distancia pasajera de ella para poder comprenderla desde otro lugar. Esto exige un ejercicio doblemente difícil; por un lado, cuesta desembarazarse de nuestras percepciones cotidianas, de nuestros prejuicios y sistemas de clasificaciones. Pero por el otro, existe el riesgo de caer en la pura teorización, en categorizar y ajustar la “realidad” a un marco teórico que nos satisfaga. Doblemente complicado, entonces, será este viaje que sin embargo emprenderemos por los tentadores y engañosos caminos de la cotidianeidad. La cuestión aquí será identificar cómo actúa la Industria Cultural en el día a día posadeño, cómo nos atraviesa de manera imperceptible pero eficaz. No sin antes, claro está, hacer ciertos reparos.


Desde nuestra perspectiva, la Escuela de Frankfurt dio un paso necesario en los estudios de Comunicación Social. Rompió con el racionalismo utópico y sistematizante de las corrientes estadounidenses y le imprimió una mirada crítica a los procesos de mediatización y construcción cultural. En lugar de complementar y ser funcional al sistema de mercado, se le plantó enfrente, con la suficiente fuerza que el marxismo le proporcionaba, y lo denunció. El texto de Max Horkheimer y Theodor Adorno sobre el cual vamos a trabajar da un claro ejemplo de lo recién mencionado en el siguiente pasaje: “…no se dice que el ambiente en el que la técnica conquista tanto poder sobre la sociedad es el poder de los económicamente más fuertes sobre la sociedad misma. La racionalidad técnica es hoy la racionalidad del dominio mismo.” (Adorno y Horkeimer, 1992:178) No obstante, creemos que el análisis hecho desde la Teoría Crítica debería complementarse con otras corrientes, como por ejemplo los Estudios Culturales, ya que sino podríamos caer en la mera denuncia descuidando los procesos de resignificación y readaptación que los sujetos hacen del mundo que los rodea. En definitiva, lo que intentaremos mostrar es cómo un día común está inquietantemente acompañado por la Industria Cultural, pero sin desconocer que a pesar de ella, siempre hay un espacio de creatividad y resistencia, porque en última instancia la industria está hecha por los hombres y son ellos mismos quienes la pueden cambiar.


La mañana y el mediodía

Estamos al borde de la cornisa, casi a punto de caer


Despatarrado en la cama, Pedro descansaba de un fin de semana de festejos por el cumpleaños de un amigo. El otoño, presente ya hacía varios días, lo había obligado a taparse con varias sábanas, pero para esta altura de la mañana sólo lo cobijaba una que se había salvado de las patadas nocturnas. De repente, una música feroz estalló en el silencio y lo hizo despertarse exaltado y sorprendido. Era la alarma de su celular que le indicaba el momento de interrumpir el sueño y comenzar una semana más de estudio. Lo que sonaba era Persiana Americana, uno de los temas de Soda Stéreo que vino con el celular cuando se lo compró, justo coincidiendo con el tan publicitado retorno del grupo de rock hacia mediados de 2007. Tras ponerse un buzo Pedro, aún un poco confundido, se dirigió al comedor para prepararse un mate.


Hagamos una primera pausa. Detengámonos en esta simple situación: un celular cuya alarma despierta a un estudiante en una mañana más de lunes. En principio, nada llamativo; desde que el uso de los teléfonos móviles se masificó se hizo corriente que los despertadores de antaño hayan pasado a ser estos pequeños aparatitos. Pero lo interesante es analizar dos elementos de la escena anterior. Por un lado, el celular de Pedro seguramente es un modelo ya “pasado de moda”, ya que si se lo compró en 2007 quiere decir que tres años después aún continúa con el mismo artefacto y para la industria eso es estar “atrasado”. El secreto del mercado es el cambio constante, pero un cambio mínimo, casi imperceptible, que no obstante transforma al modelo previo en obtuso y le exige a los consumidores adquirir el nuevo pues está “más actualizado”. Revisando el artículo de Horkheimer y Adorno encontramos una frase que nos puede ayudar a reflexionar: “Para eso sirven el ritmo y el dinamismo. Nada debe quedar como estaba, todo debe correr continuamente, estar en movimiento. Porque sólo el universal triunfo del ritmo de producción y reproducción mecánica garantiza que nada cambie, que no surge nada sorprendente.” (Op. Cit. :193) Y pensemos en el celular de Pedro, ¿cuán diferente serán los modelos de ahora con respecto al suyo? ¿qué ventajas ciertamente notables presentan aquellos que el mercado lanza ahora en relación con los que salieron tres años atrás? Visto así, podríamos decir que en verdad hay poca diferencia entre uno u otro. Podrá ser una memoria más amplia para guardar imágenes o filmar, quizá una promoción de llamadas gratis, pero poco más. En última instancia, ambos siguen permitiendo lo más básico: llamar y mandar mensajes de texto, ¿acaso no es eso lo más importante?


El otro hecho tiene que ver con la presencia de Soda Stéreo en el paquete de contenidos del celular, una característica publicitaria que últimamente ha emprendido la empresa telefónica Personal. Cada cierto período de meses pone en circulación un nuevo producto acompañado de los artistas de rock que en ese momento están acaparando el mercado. Así, después de Soda Stéreo tuvieron sus momentos de promoción Babasónicos, Juanes, Los Fabulosos Cadillacs, etc. Esto que estamos contando también formó parte de una experiencia personal, en aquel 2007 un familiar nuestro se compró un celular Personal y dentro del aparato había varios temas de “Soda” y algunos fondos de pantalla. Allí estaba presente uno de los mecanismos de la Industria Cultural, el arte se convierte en mercancía y el espectador/oyente/lector se transforma en consumidor. Eso sí, una cosa no quita la otra. Soda Stéreo fue uno de los grupos más importantes del rock latinoamericano desde mediados de la década del ‘80 hasta los ‘90. Pero luego de su separación en 1997 no habían vuelto a tocar hasta que diez años después decidieron regresar para realizar varios espectáculos en Argentina y el resto de Sudamérica. Fue una época de mucha prensa, de mucha, mucha publicidad, de grandes ganancias en venta de entradas (los recitales se hicieron en estadios de fútbol siempre repletos) y marketing. Pero fiel a la industria, tan sólo fue una repetición. Probablemente sólo presentaron un tema nuevo, si es que lo hicieron, el resto fue el recuerdo de sus numerosos hits. Desde ya que mucha gente, sobretodo jóvenes que en los ‘90 eran muy chicos, disfrutaron del regreso fugaz y vivieron una experiencia que difícilmente olvidarán. De todas maneras, Pedro no había podido ir a verlos a River, tan sólo se había comprado el celular en aquel momento porque lo estaba necesitando. Y esa mañana de lunes, otoñal, la melodía le sirvió para recordarle que un día nuevo había comenzado.


(Este ensayo fue escrito en el marco de la cátedra "Historia y Crítica de los Estudios en Comunicación Social" y presentado en el VIII ENACOM realizado en San Salvador de Jujuy en agosto de 2010. Agradezco a la profesora Ernestina Morales que me ayudó a modificar algunas cositas para presentarlo en el congreso y a las/os chicas/os que me hicieron el aguante a la hora de la exposición, sobretodo al grupo del "Hacela Corta", compañeros entrañables de aventuras disparatadas)