sábado, 11 de septiembre de 2010

Un día frankfurtiano a la orilla del Paraná (2º Parte)

La revolución está en el mercado

Con la bufanda bien acomodada y su campera abrigada, Pedro salió a las calles de Posadas rumbo a la facultad. Cada vez que pasaba por una revistería se quedaba unos segundos mirando atentamente uno de los titulares del diario Primera Edición, le llamaba la atención la foto de una chico y una chica vestidos con guardapolvos, maquillados y sonriendo. Debajo de la imagen el titular mencionaba: “Esta noche la escuelita de Pozo Azul baila por un sueño” y el copete mencionaba la presencia de esa institución en el programa Showmatch de Canal 13. Él no solía mirarlo, pero la idea de ver a sus coterráneos en uno de los productos más populares de la televisión nacional lo tentaba y decidió que esa noche haría una excepción.

A propósito, entrar a la facultad en época de elecciones internas era todo un show. Una amplia variedad de íconos se desplegaba ante los estudiantes que, interesada o desinteresadamente, recorrían los pasillos. En una esquina, había unos afiches escritos a mano y un grupo de chicos de una agrupación de izquierda que repartían folletos. Uno de ellos vestía una remera que le llamó mucho la atención: estampado en el medio del pecho se erigía el “Ché” Guevara gritando a viva voz envuelto en una bandera argentina, “Por una Latinoamérica unida. ¡¡Hasta la victoria siempre!!” era el texto en rojo que se alcanzaba a divisar junto a la imagen. Continuando su camino, Pedro subió las escaleras y al llegar al primer piso se topó con otros dos carteles que también le despertaron curiosidad. A diferencia de aquellos que acompañaban a los chicos abajo, estos no parecían artesanales sino más bien industriales, por así decirlo. Estaban impresos, eran grandes y se repetían, ahora que lo recordaba, en cada uno de los pisos del edificio. Uno de ellos tenía un rostro femenino sonriente al lado de una serie de frases que no alcanzaba a divisar. Agudizando la mirada, Pedro pudo reconocer a “Evita” en aquella mujer y algunas palabras resaltadas en negrita: “Pueblo”, “Peronismo”, “Evita”, “Liberación Nacional”. Competía, le daba la sensación, con uno muy parecido que estaba pegado en la puerta de un aula y que mostraba a Alfonsín en primer plano, éste le costó menos leerlo porque debía entrar a esa clase y entonces indefectiblemente tuvo que acercarse: “Él nos enseñó a vivir en Democracia. Sigamos sus pasos y construyamos una Argentina de respeto, sin odios. Juventud Radical-Franja Morada”. Sin comprender demasiado, Pedro se aprestó a participar una vez más de la clase de “Historia Argentina I”, de primer año. Quizás así, pensó, entendería un poco más qué eran todos esos íconos.

Mecanismos económicos es uno de los primeros conceptos que se nos vienen a la mente para intentar comprender esa mezcla de íconos, ideologías, discursos y disputas de poder. Nótese cómo la industria adopta las imágenes para construir productos de consumo, meramente de consumo. Casi en un juego paradójico y cínico, una fábrica puede proceder a fabricar miles de remeras con la cara del “Ché” Guevara no con el objetivo de difundir la revolución cubana o las ideas del rosarino, sino para obtener ganancias. Inclusive, en una reducción rápida podríamos decir: el capitalismo se apodera de uno de los íconos más importantes de la lucha anticapitalista del siglo XX y lo vuelve mercancía. ¡Hasta eso lo vuelve mercancía! Pero no sólo es este caso. También podríamos mencionar lo mismo de “Evita” y Alfonsín que, vale aclarar, han sido personas con trayectorias distintas y sólo, sobretodo en el caso de Eva, con ciertos puntos en común con el Che. Pero los tres tuvieron preocupaciones sociales y un pensamiento colectivo. Con matices, por supuesto, pero alejados del lucro, la ambición y el deseo de ganar cada vez más y más dinero.

Al ritmo del chamamé

La llegada del mediodía es también la llegada del apetito, sobretodo siendo un estudiante universitario del Interior y en el primer año. Por eso, Pedro y sus amigos salieron disparados de la clase para ir al comedor universitario. El trayecto fue envuelto por un intenso debate sobre el gobierno de Juan Manuel de Rosas que únicamente se vio interrumpido al pasar por la puerta del pub Mentecato. Allí, un cartel gigante avisaba de la presencia de una vedette de la televisión nacional para el próximo fin de semana. Si bien en el grupo había varias chicas, fueron los muchachos quienes más prestaron atención a la imagen femenina y lograron enfadar a sus compañeras que, refunfuñando, no tuvieron más que mirarse entre ellas y confirmar: “Hombres. Son todos iguales…”. Una, dos, tres, las que sean necesarias serán las “estrellas” de la televisión que el mercado propondrá para que visiten los locales bailables de la Argentina mostrando porqué llegaron allí: la imagen. “Top Model”, “Famosa”, “Diosa”, “Moda”, eran algunas de las palabras que se podían leer en el cartel. Palabras que se repiten una y otra vez en cada uno de esos avisos y también en la televisión, la radio, los diarios e internet. Que se repiten y se vuelven habla cotidiana por el simple hecho de haberse repetido. Aquí es interesante una vez más lo que señalan Adorno y Horkheimer:

La repetición universal de los términos adoptados por los diversos procedimientos torna a éstos de algún modo familiares; así como en los tiempos del mercado libre el nombre de un producto en todas las bocas promovía su venta. (…) Infinitas personas emplean palabras y expresiones que o no entienden o las utilizan sólo por su valor behaviorístico de posición, como símbolos protectores que se adhieren a sus objetos con tanta mayor tenacidad cuanto menos se está en condiciones de comprender su significado lingüístico.” (Op. Cit.; 228 y 229, subrayado en el original)

Al llegar al comedor, una larga fila en la vereda les permitió entender que deberían esperar un largo rato antes de que les tocase el turno de comer. No obstante, en la radio que se escuchaba de fondo había un programa de música, así que por lo menos tendrían esa grata compañía. A pesar de eso Sofía, una de las chicas, se mostraba disgustada porque estaban pasando mucho rock y a ella le gustaba el folclore; hasta que finalmente sí comenzó a sonar un tema del “Chango” Spasiuk, “¿Vieron? El chamamé trae suerte” fue lo que atinó a decir cuando todos estaban llegando por fin al momento de retirar las bandejas con comida. Las risas y el saboreo del arroz fueron matizados, desde ese momento, por varios temas de Pynandí, el último trabajo del apostoleño.

El del “Chango” es un caso autóctono de re-apropiación de la Industria Cultural. Con una calidad musical única y una capacidad artística notable, el acordeonista triunfó en Europa y luego sí en Argentina haciendo música misionera: chamamé, chotis, corrido, etc. Hoy por hoy es uno de los músicos folclóricos más reconocidos por la industria nacional, no sólo llena teatros en todo el país sino que también tiene un programa en el canal Encuentro y muchos de sus recitales son transmitidos por Canal 7. No escapa a la lógica del mercado, pero en todo caso convierte en producto de consumo una música regional muy popular y arraigada en la identidad misionera. Algo que, en última instancia, no deja de ser positivo.