Su cuerpo ya había dicho basta mucho tiempo antes. Él lo sabía. A los 81 años, con la barba aún intacta como su sueño, el anciano decidió poner el punto final. Sus ojos se llenaron de lágrimas, habían pasado muchos años, demasiados probablemente, pero ya era hora de dejar su lugar. Ese 18 de febrero de 2008, Fidel Castro miró de reojo el retrato de su viejo amigo El Che, sonrió y le dijo: “Hermano, ya estoy viejo”.
Y un día Fidel Castro decidió no continuar en la presidencia de Cuba, esa isla calurosa y bochinchera, que con su música alegre y un espíritu aguerrido, ha conseguido convertirse en el vecino molesto del gigante estadounidense. ¿Qué supone esta situación? ¿Será el eslabón posterior a la caída del Muro de Berlín para instaurar definitivamente el sistema capitalista? ¿O acaso Cuba seguirá siendo la misma?
En primera instancia, es poco probable que la hegemonía de los sectores millonarios del mundo consiga expandirse tanto como para acaparar todo el globo. Sería difícil explicarse, sino, cómo no lo han hecho ya si tan sólo un individuo era su mayor escollo. A propósito, ¿era tan sólo un individuo?, pues parece que no.
Y con esto llegamos a la segunda respuesta. Néstor Kohan, investigador de la Universidad de Buenos Aires y profundo estudioso del marxismo sostiene que “La “batalla de las ideas” con la que insiste Fidel es otro nombre para lo que Antonio Gramsci ha denominado la lucha por la hegemonía. Todo el pensamiento político de Fidel, su práctica revolucionaria al frente de Cuba durante tanto tiempo, sus discursos y sus escritos, han sido una prolongada y larga marcha por la hegemonía socialista”. La lucha por la hegemonía se hace dentro del plano cultural, es decir, a partir de la educación, las conductas cotidianas y la construcción de valores para la vida. Que se entienda: la revolución que gana es aquella que convence, no la que se impone. Y Castro ha conseguido convencer.
Lo hizo desde el momento mismo en que se cruzó con Ernesto Guevara a mediados de los años ’50, cuando deambulaba por Centroamérica buscando aventureros que lo acompañasen en su travesía hacia la liberación de su pueblo. Lo siguió haciendo al lograr que la masa campesina los apoyase a ellos, a esos guerrilleros sucios y hambrientos que estaban escondidos en las montañas esperando para dar el gran golpe. Y continuó. Y continuará. Porque Fidel ha dejado su puesto político, pero no su espacio intelectual.
Desde los sectores de la derecha, desde los grupos económicos poderosos, se tilda a Castro de Dictador. ¿Exageran? Quizás un poco … Desde el 1º de enero de 1959 hasta hace muy poco Fidel fue el Presidente de Cuba, durante más de cuarenta años un país estuvo conducido por una misma persona. Eso es Totalitarismo. Es totalitarista inundar de sobremanera la cultura de un pueblo con las figuras de quienes ostentan el poder. Fueron totalitaristas Stalin y Castro. También lo fueron Hitler, Franco y Pinochet. Y por qué no Perón. Podría deducirse que fue un factor común del siglo XX, desde la izquierda a la derecha.
Y como siempre, debajo de todos ellos estuvo la gente. Por su puesto, como en toda sociedad, surgen los disidentes, los que opinan distinto, los que se animan a proponer otro punto de vista. Y estos son los resultados: "La puesta en libertad de los cuatro presos de conciencia cubanos es un paso muy positivo, pero no debemos olvidarnos de las al menos 58 personas que siguen recluidas en cárceles de toda Cuba únicamente por expresar sus opiniones políticas", palabras de Kerrie Howard, directora adjunta del Programa Regional para América de Amnistía Internacional. La gente que escapa en balsas, los presos políticos, no son más que signos de un sistema totalitario.
Entiéndase bien: la estructura política verticalista, el abuso de autoridad, eso es tan malo para Cuba como para cualquier otro país. ¿Pero Fidel deja algo más que 58 presos políticos? Sí.
Según estimaciones de los Indicadores Sociales Básicos de la Subregión Norte
de América Latina y el Caribe (Edición 2003), en 2005, y comparándolo con el resto de los países centroamericanos y del Caribe, Cuba habría de tener un 2,5% de analfabetismo (el más bajo), una esperanza de vida de 76 años (sólo superado por Costa Rica), la tasa más baja de mortalidad infantil (7 de cada mil niños, contra los 59 de cada mil de Haití), un acceso óptimo a los medicamentos esenciales para todos ciudadanos y un gasto social del gobierno superior a los demás. No tan mal, ¿no?
Al respecto, el Secretario de Comercio estadounidense Carlos Gutiérrez dijo: "Cuando (Castro) ha tenido recursos, los ha utilizado para fortalecer a su propio ejército, para financiar movimientos marxistas en Latinoamérica, para financiar una guerra en África, pero nunca para ayudar al pueblo de Cuba”. Si cambiamos el apellido de Castro por todos los presidentes de Estados Unidos, la palabra “marxista” por capitalista y extendemos el mapa desde África hacia todo el globo terráqueo, tendremos una definición exacta de la política exterior estadounidense. Gracias señor Gutiérrez.
En el discurso al menos, el presidente venezolano Hugo Chávez parecería ser el sucesor de Fidel a la hora de enfrentarse al poder capitalista. En estos días Chávez señaló: “el pueblo de Cuba ha demostrado al mundo, y sobre todo al imperio, que la revolución cubana no depende de una persona, no depende de una coyuntura, de una circunstancia, sino que es una revolución que se hizo y se sembró en las entrañas de Cuba, de su historia, de su territorio, de la esencia de su pueblo”. No depende de una persona, pero la tuvo al mando por más de cuarenta años. Algo no encaja. De todas formas, no deja de tener razón.
Chávez toma la posta. Hasta el momento, su extravagancia y decisión le están poniendo, a él también, la ropa del ser totalitario. Se dirá que dejó a disposición del pueblo la aceptación o no de la reforma constitucional, y perdió. Y eso también es cierto.
Son las idas y vueltas, son los vaivenes de un personaje que intenta seguir los pasos de Fidel Castro. Aquel anciano que alguna vez soñó liberar a su pueblo.
Y un día Fidel Castro decidió no continuar en la presidencia de Cuba, esa isla calurosa y bochinchera, que con su música alegre y un espíritu aguerrido, ha conseguido convertirse en el vecino molesto del gigante estadounidense. ¿Qué supone esta situación? ¿Será el eslabón posterior a la caída del Muro de Berlín para instaurar definitivamente el sistema capitalista? ¿O acaso Cuba seguirá siendo la misma?
En primera instancia, es poco probable que la hegemonía de los sectores millonarios del mundo consiga expandirse tanto como para acaparar todo el globo. Sería difícil explicarse, sino, cómo no lo han hecho ya si tan sólo un individuo era su mayor escollo. A propósito, ¿era tan sólo un individuo?, pues parece que no.
Y con esto llegamos a la segunda respuesta. Néstor Kohan, investigador de la Universidad de Buenos Aires y profundo estudioso del marxismo sostiene que “La “batalla de las ideas” con la que insiste Fidel es otro nombre para lo que Antonio Gramsci ha denominado la lucha por la hegemonía. Todo el pensamiento político de Fidel, su práctica revolucionaria al frente de Cuba durante tanto tiempo, sus discursos y sus escritos, han sido una prolongada y larga marcha por la hegemonía socialista”. La lucha por la hegemonía se hace dentro del plano cultural, es decir, a partir de la educación, las conductas cotidianas y la construcción de valores para la vida. Que se entienda: la revolución que gana es aquella que convence, no la que se impone. Y Castro ha conseguido convencer.
Lo hizo desde el momento mismo en que se cruzó con Ernesto Guevara a mediados de los años ’50, cuando deambulaba por Centroamérica buscando aventureros que lo acompañasen en su travesía hacia la liberación de su pueblo. Lo siguió haciendo al lograr que la masa campesina los apoyase a ellos, a esos guerrilleros sucios y hambrientos que estaban escondidos en las montañas esperando para dar el gran golpe. Y continuó. Y continuará. Porque Fidel ha dejado su puesto político, pero no su espacio intelectual.
Desde los sectores de la derecha, desde los grupos económicos poderosos, se tilda a Castro de Dictador. ¿Exageran? Quizás un poco … Desde el 1º de enero de 1959 hasta hace muy poco Fidel fue el Presidente de Cuba, durante más de cuarenta años un país estuvo conducido por una misma persona. Eso es Totalitarismo. Es totalitarista inundar de sobremanera la cultura de un pueblo con las figuras de quienes ostentan el poder. Fueron totalitaristas Stalin y Castro. También lo fueron Hitler, Franco y Pinochet. Y por qué no Perón. Podría deducirse que fue un factor común del siglo XX, desde la izquierda a la derecha.
Y como siempre, debajo de todos ellos estuvo la gente. Por su puesto, como en toda sociedad, surgen los disidentes, los que opinan distinto, los que se animan a proponer otro punto de vista. Y estos son los resultados: "La puesta en libertad de los cuatro presos de conciencia cubanos es un paso muy positivo, pero no debemos olvidarnos de las al menos 58 personas que siguen recluidas en cárceles de toda Cuba únicamente por expresar sus opiniones políticas", palabras de Kerrie Howard, directora adjunta del Programa Regional para América de Amnistía Internacional. La gente que escapa en balsas, los presos políticos, no son más que signos de un sistema totalitario.
Entiéndase bien: la estructura política verticalista, el abuso de autoridad, eso es tan malo para Cuba como para cualquier otro país. ¿Pero Fidel deja algo más que 58 presos políticos? Sí.
Según estimaciones de los Indicadores Sociales Básicos de la Subregión Norte
de América Latina y el Caribe (Edición 2003), en 2005, y comparándolo con el resto de los países centroamericanos y del Caribe, Cuba habría de tener un 2,5% de analfabetismo (el más bajo), una esperanza de vida de 76 años (sólo superado por Costa Rica), la tasa más baja de mortalidad infantil (7 de cada mil niños, contra los 59 de cada mil de Haití), un acceso óptimo a los medicamentos esenciales para todos ciudadanos y un gasto social del gobierno superior a los demás. No tan mal, ¿no?
Al respecto, el Secretario de Comercio estadounidense Carlos Gutiérrez dijo: "Cuando (Castro) ha tenido recursos, los ha utilizado para fortalecer a su propio ejército, para financiar movimientos marxistas en Latinoamérica, para financiar una guerra en África, pero nunca para ayudar al pueblo de Cuba”. Si cambiamos el apellido de Castro por todos los presidentes de Estados Unidos, la palabra “marxista” por capitalista y extendemos el mapa desde África hacia todo el globo terráqueo, tendremos una definición exacta de la política exterior estadounidense. Gracias señor Gutiérrez.
En el discurso al menos, el presidente venezolano Hugo Chávez parecería ser el sucesor de Fidel a la hora de enfrentarse al poder capitalista. En estos días Chávez señaló: “el pueblo de Cuba ha demostrado al mundo, y sobre todo al imperio, que la revolución cubana no depende de una persona, no depende de una coyuntura, de una circunstancia, sino que es una revolución que se hizo y se sembró en las entrañas de Cuba, de su historia, de su territorio, de la esencia de su pueblo”. No depende de una persona, pero la tuvo al mando por más de cuarenta años. Algo no encaja. De todas formas, no deja de tener razón.
Chávez toma la posta. Hasta el momento, su extravagancia y decisión le están poniendo, a él también, la ropa del ser totalitario. Se dirá que dejó a disposición del pueblo la aceptación o no de la reforma constitucional, y perdió. Y eso también es cierto.
Son las idas y vueltas, son los vaivenes de un personaje que intenta seguir los pasos de Fidel Castro. Aquel anciano que alguna vez soñó liberar a su pueblo.