lunes, 4 de diciembre de 2006

El deporte argentino: vaso medio lleno o medio vacío

Los primeros días de diciembre de 2006 el tenis argentino vivió una instancia pocas veces recurrida y por lo tanto indudablemente importante: la final de la Copa Davis. El equipo de Alberto Mancini enfrentó en Moscú a Rusia y recién perdió en el quinto punto cuando José Acasuso se vio superado por Marat Safin. El resultado fue 3-2 y Argentina se consagró por segunda vez subcampeón, antes lo habían logrado Vilas y Clerc contra Estados Unidos en 1981. Pese al excelente nivel mostrado durante el año, la impactante labor de David Nalbandián en los singles (en el dobles jugó muy mal) y las victorias previas contra Croacia y Australia, no tardaron en llegar algunas voces disconformes que no saben apreciar lo conseguido y se escudan en el exitismo para satisfacer su bronca. Aquellos que dicen que del segundo no se acuerda nadie, que al final siempre pasa lo mismo y nunca llegamos a nada, etc. La realidad muestra que la Copa Davis no se ganó, tampoco somos “campeones morales” ya que jugar al tenis no tiene nada que ver con la ética, los ganadores son los rusos y Argentina terminó segunda. Pero, el lugar al que llegaron es realmente envidiable, el juego desplegado a lo largo del certamen fue categórico y los aplausos, felicitaciones y demás merecen ser dadas por más que no vuelvan con la “Ensaladera de Plata”.
El análisis exitista se expandió además al resto del año en el que hubo muchos mundiales y los resultados no fueron como se los esperaba. El mayor dolor se vivió en el fútbol donde el conjunto de José Pekerman quedó eliminado en los cuartos de final recién en los penales y contra los locales. Para muchos fue otro fracaso similar al de Corea-Japón 2002 donde Argentina regresó en primera ronda, pero en realidad esta campaña fue mucho mejor. El cuadro albiceleste fue de los pocos que por momentos jugó bien en el marco de un torneo mediocre, con equipos deplorables y salpicado por arbitrajes bochornosos. Si bien hubiese sido bueno llegar por lo menos a semifinales, no hay en definitiva nada que cuestionar.
Otro campeonato que dolió fue el mundial de básquet en Japón. La selección llegaba siendo subcampeón de Indianápolis ‘02 pero sobretodo ostentando la medalla dorada conseguida en los JJOO de Atenas ’04. El equipo de Sergio Hernández no tuvo problemas en ningún momento y alcanzó con bastante solvencia las semifinales, donde cayó sobre el final contra España, el a la postre campeón. Luego perdió el partido por el 3º puesto contra Estados Unidos pero, por más que no se haya llegado a la final, lo bueno es que una vez más se mostró que nuestro básquet está a la altura de los mejores del mundo y no es casualidad que cada vez haya más de los nuestros en la NBA.
Con las “Leonas” ocurrió algo similar. Las chicas del hockey sobre césped femenino participaron de la copa del mundo desarrollada en España y quedaron terceras. Su nivel fue aceptable aunque lejos de aquel que le permitió obtener el mundial de Australia 2002, sin embargo el conjunto está en una etapa de recambio y en ese contexto que se mantenga entre los mejores no es para nada despreciable. Además debemos destacar que tal vez por primera vez tengamos razón en algo: Luciana Aymar es la mejor jugadora del mundo.
Hubo otras participaciones interesantes como por ejemplo la labor de las chicas del básquet que alcanzaron un desempeño bueno y quedaron entre los mejores 7 u 8, algo que no siempre ocurre. Donde sí se puede hablar de rendimientos debajo de las expectativas es en el voley masculino y el hockey sobre césped también de hombres. Los muchachos no respondieron como se esperaba y los resultados fueron opacos, aunque de todas formas está claro que dentro de Sudamérica no dejan de estar en la elite. Por último merecen un párrafo aparte los “Murciélagos”, la selección de fútbol para ciegos que sigue siendo de lo mejor en el mundo y, de hecho, se consagraron bicampeones al ganarle 1-0 a Brasil en la final.
Las criticas que se oyen, el poco valor que se le da al tercer puesto o al cuarto tiene que ver con una lectura exageradamente triunfalista que forma parte de nuestra cultura. Aquí pareciera que lo único que importa es ganar, ganar o ganar y todo aquel que se corra un poco de esa norma será un “perdedor”. Ahora bien, por empezar, ¿alguien se detuvo a pensar cómo estaba nuestro deporte hace diez años? Todavía no existían las “Leonas”, el básquet y el tenis vivían muy lejos del impresionante nivel de hoy, el voley no se quedaba atrás. Fue hace algunos años que explotaron Manuel Ginóbilli, Nalbandián, Aymar, etc. Recién unos campeonatos atrás por primera vez un argentino pisó el mejor básquet del mundo y se consagró bicampeón (“Manu” en los Spurs), desde los ’70 que ningún argentino llegaba a la final de Roland Garros y la “Legión” lo consiguió en dos años consecutivos: Gaudio le ganó en 2004 a Coria y Puerta cayó en 2005 con Nadal, jamás se había ganado un mundial de hockey sobre césped femenino, etc. Entonces, ¿qué vemos, el vaso medio lleno o el medio vacío? Sin comparamos con algunos años atrás es probable que nos entristezcamos por ejemplo al recordar a Karina Massota levantando el trofeo de las “Leonas” en Perth, pero si miramos más lejos se nos va a dibujar una sonrisa bien grande al comprobar que esta generación de fútbol es la que por primera vez ganó una medalla de oro en los Juegos Olímpicos (aunque no olvidemos que la pasada consiguió la plata en Atlanta ’96) y que lo mismo se puede decir de los basquetbolistas. Debemos aprender a aceptar los leves traspiés de los grandes deportistas. Por otro lado se me viene a la mente algo que le dijo Gastón Recondo al “Luli” Mancini en una entrevista tras la derrota frente a Rusia hecha para “Mañanas Informales” (va de lunes a viernes a las 10.30 por Canal 13): “para nosotros son los campeones”; Recondo es un muy buen periodista, de los más creíbles, pero cayó otra vez en el exitismo, aunque disfrazado. El hecho de felicitar al capitán diciéndole que para él habían ganado sigue siendo no querer reconocer la realidad o en todo caso desdibujarla, en verdad a los muchachos del tenis habría que decirle que ellos son los segundos, son los subcampeones, y eso nos llena de gratitud, ellos demostraron estar en lo más alto y eso es impagable.

sábado, 28 de octubre de 2006

Lo hegemónico en Argentina

Antonio Gramsci fue un escritor marxista que pasó gran parte de su vida en prisión -a donde llegó por su oposición al gobierno de Benito Mussolini- lo que no le impidió desarrollar una obra interesante. Uno de los conceptos más importantes trabajados por este autor fue el de Hegemonía, en la que describe cómo la cultura juega un papel fundamental en la construcción de la Conciencia Social. Gramsci advierte que gran parte del éxito de una clase dominante pasa por crear consenso en la sociedad para que esta responda a sus intereses y por ello la educación y el día a día cobran un valor central. Es ahí pues, en donde se definen los sentidos y valores que se comparte en un pueblo, que se le presenta a quienes gobiernan la oportunidad de subordinar la conducta de los demás. Entonces, lo que nosotros tomamos como algo normal y natural sería en realidad en gran parte producto de una acción de construcción de ideas que vendría de arriba hacia abajo. Tiempo después, Raymond Williams re-trabajó el concepto de Hegemonía y propuso más bien hablar de un proceso hegemónico, algo en constante movimiento buscando imponerse, aunque no exento de antagonías representadas por la Hegemonía Alternativa -que modifica en ciertos aspectos a lo actualmente hegemónico- o una Contrahegemonía -totalmente opuesta a la vigente-.
Ahora intentaremos aplicar estas nociones en un análisis a grandes rasgos de la actualidad Argentina. Si empezamos por el ámbito de la política encontraremos rápidamente un conjunto claramente hegemónico: el peronismo. Desde que surgió la figura de Juan Domingo Perón a mediados de la década del ’40 el país abrazó una corriente que se inició primeramente con la ayuda a las clases populares (sobretodo los obreros) pero luego se fue transformando hasta convertirse hoy por hoy en la conducción política por excelencia. Todo lo referido a la realidad nacional se define a partir del peronismo: empezando por el Presidente Néstor Kirchner, quien llegó al poder gracias a que otro peronista (Carlos Menem) se bajó del balotaje en 2003, y siguiendo hacia toda la estructura institucional. Una clara muestra de esto se vio el 17 de octubre de este año cuando todos los medios de comunicación se abocaron a la cobertura del traslado del cuerpo del ya fallecido Perón desde la Capital Federal hasta la localidad de San Vicente (Provincia de Buenos Aires), acompañado por miles de fieles que cantaban las canciones del partido y vitoreaban el nombre del ex mandatario, más allá de los vergonzosos hechos de violencia vividos durante esa jornada. En contraposición el primer partido argentino, la Unión Cívica Radical, perdió ya todo su poder y tan sólo quedan fragmentos que buscan acomodarse a la coyuntura tras el bochornoso gobierno de Fernando De la Rúa, a los que se suman las nuevas agrupaciones (ARI, PRO, etc.) que aún no cuentan con la masividad del peronismo.
Retomemos una parte de lo comentado recién para describir algo que lamentablemente también es hegemónico: la violencia. Dijimos que el 17 de octubre hubo problemas en San Vicente, se trató del choque entre los gremios metalúrgicos y camioneros donde inclusive hubo disparos con un arma de fuego. Un hecho que se sumó al de la semana previa donde un grupo patoteril irrumpió a los golpes contra un grupo de trabajadores en huelga en el Hospital Francés. La violencia también se traslada a otros planos de la vida argentina: en el fútbol es moneda corriente todos los fines de semana; también se transforma en intolerancia, amenazas e irracionalidad en un sector de los familiares de las víctimas de Cromagnon; se viste de banderas israelíes quemadas en protestas frente a la embajada de ese país pidiendo por el cese del fuego al Líbano; regresa en el tiempo para maltratar a periodistas en un acto de la ultra derecha en homenaje a los caídos por la subversión, etc., etc. Un tema de nunca acabar. En el programa Televisión Registrada (TVR, altamente recomendable, se emite los sábados a las 22hs. por Canal 13) del sábado 21 de octubre la invitada de la noche fue Estela de Carlotto, emblema de las Abuelas de Plaza de Mayo, y en su reflexión acerca de lo sucedido en San Vicente dijo que en nuestro país hace falta más cultura democrática y también justicia, y eso es totalmente cierto. En los ’90 tuvimos un Presidente que prefirió “esconder la basura debajo del felpudo” e indultó a los asesinos de la última dictadura militar; recién con Kirchner en el gobierno la cosa cambió y viró hacia la memoria y la justicia, en un cambio que, vale la pena decirlo, instaló en el plano de lo hegemónico a la lucha por los Derechos Humanos. Lo que dijo Estela de Carlotto se relaciona con lo que comentábamos más arriba, es en el plano de la cultura, la educación, los sentidos de la vida, la conciencia social, en donde se debe construir el país que queremos. Ahora bien, el mismo Presidente adopta una postura de confrontación constante en la que a veces pierde los límites y cambia el juego democrático del debate por el de la demagogia y la crítica, lo cual habla de que todavía queda mucho camino por recorrer desde arriba y hacia abajo.
¿Qué otras cosas forman parte de lo hegemónico hoy día en la Argentina? El exitismo es una de ellas: el que triunfa vale, el otro es un perdedor condenado. El escepticismo hacia los políticos es otra: su imagen está totalmente desdibujada y han perdido credibilidad. La “viveza criolla”: es “piola” el que se “afana” un paquete de galletitas en el supermercado, el que paga con plata falsa, el que cruza el semáforo en rojo, el que se “cola” en la fila, etc., etc. Pese a todo esto, como ya dijimos, existe la posibilidad de que haya hegemonías alternativas, y es justamente en ellas donde se puede apuntar a mejorar la conciencia social, nuestros valores y actitudes. Todo esto se trata de un proceso en constante intercambio, es cuestión de intentarlo.

jueves, 26 de octubre de 2006

Cuidado con el ETNOCENTRISMO

A principios de este año actuó en Argentina el grupo irlandés U2. Más allá de los gustos de cada uno, es para destacar la actitud del conjunto y sobretodo del cantante "Bono" quien dedicó una porción del show a promover el respeto a los Derechos Humanos utilizando por ejemplo una bincha con la palabra "Coexist", donde la C estaba simbolizada por la luna propia de las banderas de países musulmanes, la X era la Estrella de David y la T la cruz católica. El pedido de coexistir y aprender a vivir en un mundo de diferencias no es cosa nueva, basta con ver los hecho por personajes como Gandhi, Mandela, Martin Luther King y hasta el mismísimo John Lennon con su famosa "Imagin". Lamentablemente hay muchos que nunca los escucharon: entre otros Hitler, Videla, Stalin, Saddam Hussein, George Bush, ¿les suenan? Ustedes se preguntarán por qué hay guerras constantes en Medio Oriente, discriminación a los inmigrantes latinos en Estados Unidos y Europa, conflictos tribales en África, etc. ,etc., todo tiene un origen, es lo que en la Antropología se denomina etnocentrismo.
Omar Ribeiro Thomaz es un renombrado antropólogo brasilero en cuyos trabajos se puede empezar a entender el panorama que antes describimos. Empecemos por el hecho de que cada pueblo tiene una cultura diferente. Pero ¿qué es cultura?: la forma en que le damos significados a las cosas, los códigos que compartimos con quienes convivimos, todo eso conforma una identidad cultural propia, única. Por ejemplo: tomar mate todo el día, hablar de fútbol con el taxista, hacer como que entendemos de básquet cuando nuestra selección juega el mundial, todo eso forma parte innegablemente del ser argentino, es nuestra cultura. Pero los problemas surgen cuando se intenta comparar otra cultura en base a la nuestra, es decir, analizar las tradiciones, valores, acciones, etc. de los demás sin descuidar la propia identidad y juzgando a partir de ella, eso es lo que Thomaz llama etnocentrismo. Supongamos que queramos criticar el fútbol de salón con el reglamento del fútbol de campo, es imposible porque son dos cosas distintas, bien, lo mismo sucede con los pueblos. Si nos ponemos a estudiar a los otros, sus religiones, instituciones, economías y demás pero no nos salimos de nuestro molde argentino, o latino, u occidental, es casi imposible porque los contextos no son los mismos. Aunque Thomaz agrega que el etnocentrismo también se da dentro de nuestras sociedades y veamos qué ocurre en nuestro país. Pensemos en cuánta gente aún sigue diciendo que una familia está compuesta por un papá hombre, una mamá mujer y unos hijitos divinos que no fuman, beben, se drogan o cambian de sexo. Desde esa concepción se critica y ataca principalmente a la comunidad homosexual compuesta por sujetos que con una visión totalmente diferente, basada en el amor y el respeto, buscan obtener el derecho a adoptar niños. Y así en todos los sentidos, si no nos tomamos el tiempo para comprender por qué el otro es como es y lo medimos con nuestra vara, entonces somos etnocentristas. Ahora reflexionen: ¿cuántas veces criticaron por lo bajo a su compañerito Testigo de Jehová que no pasaba a izar la bandera?, ¿se acuerdan de haberse reído de los rituales de los indios africanos que veían por Discovery Channel? ¿o decir "esa actitud es de negro, comportate mejor"?, si lo hicieron, entonces fueron (y quizás siguen siendo) etnocentristas. ¡Ojo!, se puede ser etnocentrista de la otra forma, alabando al otro porque su cultura tiene aspectos que la nuestra no y entonces ellos son más "evolucionados", basta con escuchar sino cómo los periodistas deportivos que fueron al mundial de fútbol hecho en Alemania nos cuentan maravillados lo que vieron en aquel país europeo. No deja de ser una comparación con nuestra realidad, y no una lectura sobre una nación que después de tanto caos durante un siglo XX que la despedazó busca un poquitito de tranquilidad y por eso ellos conducen "mejor" que los porteños (en realidad, lo hacen de otra forma).
Las diferencias entre culturas existen y natural e históricamente a cada una le resulta extraña la otra, ello ocurre por el etnocentrismo. Pero mientras algunas buscan entenderse y coexistir, también están aquellas que se odian e intentan aniquilar al distinto. Ejemplos hay muchos, desde el Imperio Romano hasta la lucha "por la democracia" de George Bush. Por eso Thomaz señala que del etnocentrismo pueden encontrarse dos consecuencias terribles, el genocidio y el etnocidio. El primero se dedica a acabar con una etnia dentro de un territorio delimitado matando a todos sus representantes; el máximo exponente fue Adolf Hitler con su política antisemita y el ya tristemente célebre "Holocausto" judío. En cuanto al segundo es tal vez menos explícito pero más cruel y se trata de eliminar de raíz toda una cultura no sólo asesinando a quienes pertenecen a ella sino también censurándola, acallándola, queriendo cambiarla a la fuerza, etc. Eso fue lo que hicieron los españoles en América con su misiones jesuitas y su enseñanza de un mundo "civilizado" a los "salvajes" aborígenes. Los sacaron de sus tierras, les ensañaron la religión católica, los hicieron trabajar para la realeza y les impusieron el idioma castellano, ¿o acaso creen que hoy hablamos español porque a los guaraníes, tehuelches, charrúas, etc. se les ocurrió unificar el lenguaje?. Fue un camino que después siguieron otros "ilustres" personajes como Domingo Faustino Sarmiento quien menospreció a la "barbarie" aborigen mirando hacia Europa como el ejemplo a seguir o Roca con su "Campaña del Desierto".
En suma, el etnocentrismo es algo que más de una vez nos pasó, como un resfrío. Estaría bueno que reflexionemos y tratemos de entender a los "extraños" antes de juzgarlos. Claro que no es fácil salirse de nuestra visión del mundo para entrar en otra, nadie dijo que lo fuera, pero tendríamos que hacer el esfuerzo. Se trata, como pidió "Bono", de "coexistir".