lunes, 7 de julio de 2008

Todo bajo control (Parte 1 de 2)

¿Cómo está constituido el mundo hoy? Tras un siglo XX atravesado por dos guerras mundiales y una confrontación político-militar bipolar; luego de la caída del muro de Berlín y la instauración definitiva del sistema económico capitalista; después del atentado a las Torres Gemelas en 2001 y las posteriores invasiones estadounidenses (y aliadas) a Medio Oriente. ¿Dónde estamos parados? Y con mayor precisión, ¿cómo estamos parados?, ¿somos realmente libres?, ¿han triunfado la democracia y la soberanía del pueblo?, ¿nos gobiernan sin que lo sepamos? Es una propuesta de análisis, en principio, movilizante. Y veremos hasta dónde nos puede llevar.

El Control

El filósofo francés Gilles Deleuze sostiene que las sociedades disciplinarias (analizadas por su coterráneo Michel Foucault, del que luego tomaremos algunos elementos) le han dado paso a las Sociedades de Control. Mientras en unas se llevaban adelante estructuras de adoctrinamiento encubierto (o no tanto) en instituciones como las cárceles, las escuelas o los hospitales, en donde se prefiguraban las conductas de las personas con el fin último de construirlos como sujetos de producción, en la actualidad se trata de una ampliación del espectro, una apertura en la que jamás deja de estar presente el ojo observador. La idea es básicamente: “bien, ya no estarás encerrado en la fábrica, pero eso no quiere decir que dejemos de saber qué es lo que estás haciendo”. El control se ejerce constantemente. Sin ir más lejos, ahora mismo el celular que usted tiene en su bolsillo, querido lector, contiene un chip cuya información está siendo almacenada por la empresa telefónica que contrató. Su número, sus llamadas hechas y recibidas, sus mensajes de texto, sus fotos, sus filmaciones. Todo está bajo control.

Y no es casual que utilice el ejemplo del celular. Deleuze nos permite ver que la Sociedad de Control se relaciona con la fase capitalista en la que vivimos, que tiene como actores principales a los servicios. Lo importante no es producir, sino vender. Por eso las fábricas han sido reemplazadas por las empresas, que en muchos casos ni siquiera se preocupan por la producción. Pensemos, siguiendo con el ejemplo, en las compañías de celulares: ellas no hacen los artefactos, no los construyen, sino que tan sólo brindan el servicio de la telefonía móvil. Motorolla y Nokia sí son productoras de aparatos, Personal y Claro, no. Y en consecuencia, han tomado gran relevancia las herramientas de venta, las distintas formas de llegar a los consumidores y lograr que éstos compren lo que se ofrece. Por ello, Deleuze sostiene preocupado: “El marketing es ahora el instrumento del control social y forma la raza impúdica de nuestros amos.”[1] Por esta razón no es extraño el fenómeno spam en los correos electrónicos, al navegar por Internet vamos dejando información acerca de nuestros gustos, intereses, etc. sin darnos cuenta, que luego es procesada y rearmada en la oferta de productos y servicios vía mail por empresas que, incluso, jamás pensamos que existían.

El marketing es, entonces, la nueva niña bonita de la economía. Así como en su momento lo fueron las máquinas a vapor, luego la electricidad y los productos químicos, los metales, el sistema fordista, etc., el nuevo proceso capitalista se sitúa en la comunicación, pero comunicación como forma de dominación. El investigador argentino Roberto Marafioti señala: “La comunicación se ha convertido en una rama provechosa y vital de la producción industrial. Su control abre importantes perspectivas al manejo de las necesidades del consumidor y a la legitimización de los intereses del negocio. El complejo comunicación-industria es una nueva exigencia de la actual estructura económica del mundo, dominada por el control financiero, el marketing y el control de le tecnología.”[2] La palabra “control” aparece tres veces en su definición y tampoco es casualidad. La comunicación en este caso hace referencia a los flujos de datos, a las estructuras financieras que se intercambian información sobre acciones, mercados emergentes, crisis económicas, etc. Y es ahí donde aparece el control: controlar significa poseer una autoridad (legítima o no) sobre un grupo de personas u objetos para registrar sus movimientos, evaluarlos y, en última instancia, disponer qué está bien y qué está mal. En este caso, la herramienta comunicativa es utilizada por los grandes grupos económicos trasnacionales que aspiran a vender sus servicios.

La Sociedad de Control tiene, en consecuencia, un profundo contacto con la Sociedad de la Información de la que habla el sociólogo español Manuel Castells. En uno de sus trabajos explica: “Los conmutadores que conectan las redes (…) son los instrumentos privilegiados de poder. Por lo tanto, son los conmutadores los que poseen el poder. Puesto que las redes son múltiples, los códigos y conmutadores que operan entre ellas se convierten en las fuentes fundamentales para estructurar, guiar y confundir a las sociedades.”[3] Los conmutadores, pensando en los términos de redes, son los centros de poder económico. Un ejemplo claro de este proceso ocurrió en 1997 cuando salió a la luz que American On Line (AOL) estaba traficando su fichero de ocho millones de asociados, donde entre otras cosas figuraban las distintas demandas de artículos de cada usuario. Y después nos preguntamos cómo llega el spam a nuestros mails…


[1] DELEUZE, Gilles; Posdata a las Sociedades de Control

[2] MARAFIOTI, Roberto; Sentidos de la Comunicación. Teorías y Perspectivas sobre cultura y comunicación, Buenos Aires, Editorial Biblos, 2005

[3] CASTELLS, Manuel; La Sociedad Red citado en MARAFIOTI, Roberto (op. Cit.)