Arrancado con orgullo de las manos británicas, las burguesas manos británicas, el football se transformó pronto en fútbol, así como suena, a lo criollo. Desde comienzos del siglo XX este deporte fue atravesando los procesos de construcción identitaria, hilvanando pasiones, deseos, sueños y frustraciones. Y pronto, como arrojados por una necesidad de describirnos a nosotros mismos, empezamos a hablar de nuestro fútbol, de nuestra forma de jugarlo. Nada de cálculo, nada de defensas compactas, pelotazos y cabezazos. Nada de fair play.
Los potreros argentinos vislumbraban por los pibes que se resquebrajaban las caderas gambeteándose a uno, dos y tres juntos. Sorprendía a los extranjeros con amagues, salidas explosivas, caños, rabonas, paredes, pisadas. Magia, en definitiva. El fútbol argentino, desde sus comienzos, fue construyendo su identidad a partir de la calidad. Así se pasearon por Europa nuestros clubes, el Boca del ’25 y el San Lorenzo del ’46, como embajadores, demostrando que en Sudamérica, nosotros jugamos mejor.
Y la picardía, la viveza criolla. Hacer rápido un lateral antes que el árbitro se avive que era para el rival. Rodar en el suelo como fusilados, hasta que el 2 de ellos sea expulsado. Tomarse todo el tiempo del mundo para sacar del arco, total vamos 1-0 arriba y faltan dos minutos. Pequeñas trampas, ingeniosas, ¿desleales?, argentinas.
Argentina, país futbolero. El fútbol como motor popular del peronismo, como promotor de
Pero como argentino, nuestro fútbol también lucha por su identidad. Porque un día, alguien dijo que jugar lindo no sirve tanto, si no se gana. Y así, sembró la semilla. Hoy son Menottistas los que defienden el “buen” juego, el tocar y tocar hasta llegar al arco rival, el ganar respetando la estética. Y son Bilardistas los que prefieren triunfar como sea. Primero cuidemos el 0 en nuestro arco, “pasa la pelota pero no el jugador”. Y después vemos. ¿Pero se puede ser tan determinista? Claro que no. Uno de los últimos campeones, Banfield, no fue un equipo lujoso, no ganó por goleada ningún partido. Pero consiguió el campeonato, por primera vez en su historia. ¡Qué tal! Y sus hinchas, felices, eufóricos, lloraron de alegría por ese gol agónico, sufrido, peleado, de Víctor López contra Tigre.
Estudiantes, campeón de América. No es el tiki tiki. Pero ¡quién va a discutir la calidad de la “Brujita” Verón, Enzo Pérez, el “Chino” Benítez o Boselli! “Juega con identidad argentina” se dice de aquel equipo que toca, que genera circuitos, que tira lujos, que rompe en aplausos las tribunas. Como el último Huracán de Cappa. Pero si ganás