Antonio Gramsci fue un escritor marxista que pasó gran parte de su vida en prisión -a donde llegó por su oposición al gobierno de Benito Mussolini- lo que no le impidió desarrollar una obra interesante. Uno de los conceptos más importantes trabajados por este autor fue el de Hegemonía, en la que describe cómo la cultura juega un papel fundamental en la construcción de la Conciencia Social. Gramsci advierte que gran parte del éxito de una clase dominante pasa por crear consenso en la sociedad para que esta responda a sus intereses y por ello la educación y el día a día cobran un valor central. Es ahí pues, en donde se definen los sentidos y valores que se comparte en un pueblo, que se le presenta a quienes gobiernan la oportunidad de subordinar la conducta de los demás. Entonces, lo que nosotros tomamos como algo normal y natural sería en realidad en gran parte producto de una acción de construcción de ideas que vendría de arriba hacia abajo. Tiempo después, Raymond Williams re-trabajó el concepto de Hegemonía y propuso más bien hablar de un proceso hegemónico, algo en constante movimiento buscando imponerse, aunque no exento de antagonías representadas por la Hegemonía Alternativa -que modifica en ciertos aspectos a lo actualmente hegemónico- o una Contrahegemonía -totalmente opuesta a la vigente-.
Ahora intentaremos aplicar estas nociones en un análisis a grandes rasgos de la actualidad Argentina. Si empezamos por el ámbito de la política encontraremos rápidamente un conjunto claramente hegemónico: el peronismo. Desde que surgió la figura de Juan Domingo Perón a mediados de la década del ’40 el país abrazó una corriente que se inició primeramente con la ayuda a las clases populares (sobretodo los obreros) pero luego se fue transformando hasta convertirse hoy por hoy en la conducción política por excelencia. Todo lo referido a la realidad nacional se define a partir del peronismo: empezando por el Presidente Néstor Kirchner, quien llegó al poder gracias a que otro peronista (Carlos Menem) se bajó del balotaje en 2003, y siguiendo hacia toda la estructura institucional. Una clara muestra de esto se vio el 17 de octubre de este año cuando todos los medios de comunicación se abocaron a la cobertura del traslado del cuerpo del ya fallecido Perón desde la Capital Federal hasta la localidad de San Vicente (Provincia de Buenos Aires), acompañado por miles de fieles que cantaban las canciones del partido y vitoreaban el nombre del ex mandatario, más allá de los vergonzosos hechos de violencia vividos durante esa jornada. En contraposición el primer partido argentino, la Unión Cívica Radical, perdió ya todo su poder y tan sólo quedan fragmentos que buscan acomodarse a la coyuntura tras el bochornoso gobierno de Fernando De la Rúa, a los que se suman las nuevas agrupaciones (ARI, PRO, etc.) que aún no cuentan con la masividad del peronismo.
Retomemos una parte de lo comentado recién para describir algo que lamentablemente también es hegemónico: la violencia. Dijimos que el 17 de octubre hubo problemas en San Vicente, se trató del choque entre los gremios metalúrgicos y camioneros donde inclusive hubo disparos con un arma de fuego. Un hecho que se sumó al de la semana previa donde un grupo patoteril irrumpió a los golpes contra un grupo de trabajadores en huelga en el Hospital Francés. La violencia también se traslada a otros planos de la vida argentina: en el fútbol es moneda corriente todos los fines de semana; también se transforma en intolerancia, amenazas e irracionalidad en un sector de los familiares de las víctimas de Cromagnon; se viste de banderas israelíes quemadas en protestas frente a la embajada de ese país pidiendo por el cese del fuego al Líbano; regresa en el tiempo para maltratar a periodistas en un acto de la ultra derecha en homenaje a los caídos por la subversión, etc., etc. Un tema de nunca acabar. En el programa Televisión Registrada (TVR, altamente recomendable, se emite los sábados a las 22hs. por Canal 13) del sábado 21 de octubre la invitada de la noche fue Estela de Carlotto, emblema de las Abuelas de Plaza de Mayo, y en su reflexión acerca de lo sucedido en San Vicente dijo que en nuestro país hace falta más cultura democrática y también justicia, y eso es totalmente cierto. En los ’90 tuvimos un Presidente que prefirió “esconder la basura debajo del felpudo” e indultó a los asesinos de la última dictadura militar; recién con Kirchner en el gobierno la cosa cambió y viró hacia la memoria y la justicia, en un cambio que, vale la pena decirlo, instaló en el plano de lo hegemónico a la lucha por los Derechos Humanos. Lo que dijo Estela de Carlotto se relaciona con lo que comentábamos más arriba, es en el plano de la cultura, la educación, los sentidos de la vida, la conciencia social, en donde se debe construir el país que queremos. Ahora bien, el mismo Presidente adopta una postura de confrontación constante en la que a veces pierde los límites y cambia el juego democrático del debate por el de la demagogia y la crítica, lo cual habla de que todavía queda mucho camino por recorrer desde arriba y hacia abajo.
¿Qué otras cosas forman parte de lo hegemónico hoy día en la Argentina? El exitismo es una de ellas: el que triunfa vale, el otro es un perdedor condenado. El escepticismo hacia los políticos es otra: su imagen está totalmente desdibujada y han perdido credibilidad. La “viveza criolla”: es “piola” el que se “afana” un paquete de galletitas en el supermercado, el que paga con plata falsa, el que cruza el semáforo en rojo, el que se “cola” en la fila, etc., etc. Pese a todo esto, como ya dijimos, existe la posibilidad de que haya hegemonías alternativas, y es justamente en ellas donde se puede apuntar a mejorar la conciencia social, nuestros valores y actitudes. Todo esto se trata de un proceso en constante intercambio, es cuestión de intentarlo.
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