Nadie puede imaginarse que en Posadas, una capital provincial donde vive mucha gente y la desigualdad es elocuente, no exista la inseguridad. Pero lo que no esperábamos era encontrarnos el domingo a la mañana con “El lado oscuro de Posadas”, como lo denomina la tapa del suplemento “Edición” del diario Primera Edición este último 22 de abril. Atraídos por la curiosidad nos internamos en él y descubrimos en las páginas 4 y 5 un informe firmado por Paco del Pino donde los taxistas y remiseros de las ciudad nos narran sus vivencias en la noche capitalina y cómo conviven con el miedo a ser robados o incluso asesinados. Hasta ahí todo bien. Sabemos que en la franja que va desde las 2 hasta las 4 de la mañana aproximadamente debemos ser muy cuidadosos si caminamos por las calles ya que es el momento donde estamos más expuestos a robos, violaciones, etc. También somos concientes que son los taxistas y los remiseros quienes más sufren la inseguridad porque se ven obligados a andar por zonas potencialmente más peligrosas que otras. El problema es cómo se plantea esto desde el informe y además lo que dicen los conductores, que roza (por ser generosos) la discriminación.
Según el recorrido que va haciendo el relato los lugares más riesgosos son El Brete, los alrededores del club Pirá Pitá, El Laurel, las zonas de Villa Cabello a lo largo de la avenida Eva Perón, la avenida Marconi detrás del Hospital, el Parque Adam y los barrios de los relocalizados por Yacyretá. Hasta ahí es levemente aceptable, en todo caso deberíamos tomarlo como una suerte de recomendación acerca de dónde tener los ojos más abiertos, nada más. Pero si nos ponemos a analizar cómo está estructurado el mensaje nos encontramos con algunas cosas que preocupan aún más que un simple ladrón. Veamos: en una parte del texto se señala que la zona de Villa Cabello a lo largo de la avenida Eva Perón es “conflictiva” y entre paréntesis remarca: “jalonada de ranchos y villas miseria hacia el lado de la costa”, ¿está planteado como una causalidad?, parece que sí puesto que unas líneas arriba hay sorpresa porque en El Laurel “a pesar de que toda una franja es de tipo residencial de clase media, que está bastante iluminada y hay una comisaría a 200 metros” pueda pasar cualquier cosa. Es decir, en donde hay ranchos y villas miserias, o sea gente pobre, es entendible que pasen estas cosas, pero un lugar de clase media, ¡qué calamidad! Igual hay más: cuando se refiere a la parte de la avenida Marconi que se halla detrás del Hospital dice: “desde la espalda del hospital hacia las vías férreas, al costado del río: un nuevo foco de casas rancho casi escondidas entre la espesa vegetación, un lugar casi perfecto para una emboscada”. ¿Un lugar casi perfecto para una emboscada? Sí, es probable que la gente que vive allí haya pensado lo mismo cuando se instaló, y no que está ahí porque no tiene otro lugar a donde ir… Si todo esto empieza a incomodar, esperen a leer el subtítulo que sigue. Ojalá que las personas a las que echó vilmente Yacyretá de su hogar no hayan visto la nota, porque sino seguramente el mate les habrá caído mal. Es que para referirse a otra zona de riesgo aparece el subtítulo “Delincuencia relocalizada” y pronto se lee: “como consecuencia de la expulsión de sus habitantes hacia zonas periféricas casi convertidas en “ghettos”, se puede contar también la “creación” de una nueva geografía de la marginalidad”. Entonces, la marginalidad es sinónimo de delincuencia, ¿o entendí mal? Esto quiere decir que los barrios donde vive esa gente expulsada por la empresa de sus antiguas casas son “lados oscuros” de Posadas, tiene sentido, si están olvidados por los gobernantes. Quizás si los iluminasen con una linterna tendrían más posibilidades de inserción social…
Como si fuera poco, los taxistas nos cuentan sus “códigos” para prevenirse. Ahí nos dicen que antes de levantar a un pasajero hacen toda una radiografía propia de Robo Cop: “Primero le mirás la pinta: la ropa, el pelo, la barba, los tatuajes o las cicatrices. El problema es que en Posadas se visten todos igual: conozco tipos de muy buena posición que por comodidad se ponen su pantalón corto y sus zapatillas y salen a la calle. Pero si vos ves a esos que andan con el buzo con capuchita, o con una gorra, no hay ni que preguntarles nada: hay que pasar de largo”. Con razón a mí no me para ninguno, yo uso barba, cuando hace mucho calor me pongo pantalones cortos y siempre ando con zapatillas, menos mal que el gorrito lo dejo en casa… Pero esperen, hay más formas de estar precavidos, ahora una vez que el pasajero está en el auto se observa que “cuando saca el dinero ya te das cuenta: si tiene bien acomodadita la plata, es un laburante; si es un chorro, te puedo asegurar que la tiene abodocada en el bolsillo, como que la puso apurado”. ¡Qué mal!, yo nunca uso billetera porque la que me regaló mi abuela es demasiado incómoda (esto es totalmente verdad, por más “nabo” que suene), así que siempre uso los billetes medio acurrucados en el bolsillo, o sea que soy un “chorro” y no me di cuenta…
Con esto no quiero atacar a los taxistas o remiseros que se ganan el pan toda la noche mientras yo bailo con mis amigos o duermo. Porque además hay partes del texto donde plantean otro tipo de precauciones que son entendibles: avisar con palabras clave a la central, procurar no entrar en callejones sin salida, etc. y ellos mismos reconocen que utilizan preconceptos y “al fin y al cabo estamos atentando contra la democracia”. Lo bueno sería que también sean cautos con esos prejuicios, porque realmente aterran y discriminan. Por otra parte, está claro que el “lado oscuro” de Posadas son lugares donde vive gente muy humilde que ha quedado fuera del sistema y que encuentra como única salida de supervivencia a la delincuencia. Pero ojo, no son todos, es más, seguramente son pocos. Lo que ocurre es que el miedo vende, y paraliza. Está mal que haya robos y violaciones y quienes lo hacen deben ser apresados. Pero también está mal que a los pobres se los olvide y sólo aparezcan como el “lado oscuro”, la parte indeseable de la ciudad. Casualmente (o no), en la página 5 del mismo diario (ya no el suplemento) hay una entrevista de toda una hoja hecha a Ramón Puerta hablando en contra del gobierno de Rovira. Rovira no es ningún santo, pero justamente Puerta no puede decir nada después de gobernar a Misiones con políticas neoliberales que han ayudado a forjar ese “lado oscuro” de Posadas (desde 1991 a 1999, época menemista). Si el lado iluminado de Posadas vive estigmatizando a los marginados, ¿cómo procurar ayudarlos? La inseguridad existe, obviamente. Pero peor aún son el hambre, la desocupación y violencia. Violencia que muchas veces no nace de un chico con gorrito, sino de una nota periodística donde se crea la clara imagen de un lado oscuro.
Según el recorrido que va haciendo el relato los lugares más riesgosos son El Brete, los alrededores del club Pirá Pitá, El Laurel, las zonas de Villa Cabello a lo largo de la avenida Eva Perón, la avenida Marconi detrás del Hospital, el Parque Adam y los barrios de los relocalizados por Yacyretá. Hasta ahí es levemente aceptable, en todo caso deberíamos tomarlo como una suerte de recomendación acerca de dónde tener los ojos más abiertos, nada más. Pero si nos ponemos a analizar cómo está estructurado el mensaje nos encontramos con algunas cosas que preocupan aún más que un simple ladrón. Veamos: en una parte del texto se señala que la zona de Villa Cabello a lo largo de la avenida Eva Perón es “conflictiva” y entre paréntesis remarca: “jalonada de ranchos y villas miseria hacia el lado de la costa”, ¿está planteado como una causalidad?, parece que sí puesto que unas líneas arriba hay sorpresa porque en El Laurel “a pesar de que toda una franja es de tipo residencial de clase media, que está bastante iluminada y hay una comisaría a 200 metros” pueda pasar cualquier cosa. Es decir, en donde hay ranchos y villas miserias, o sea gente pobre, es entendible que pasen estas cosas, pero un lugar de clase media, ¡qué calamidad! Igual hay más: cuando se refiere a la parte de la avenida Marconi que se halla detrás del Hospital dice: “desde la espalda del hospital hacia las vías férreas, al costado del río: un nuevo foco de casas rancho casi escondidas entre la espesa vegetación, un lugar casi perfecto para una emboscada”. ¿Un lugar casi perfecto para una emboscada? Sí, es probable que la gente que vive allí haya pensado lo mismo cuando se instaló, y no que está ahí porque no tiene otro lugar a donde ir… Si todo esto empieza a incomodar, esperen a leer el subtítulo que sigue. Ojalá que las personas a las que echó vilmente Yacyretá de su hogar no hayan visto la nota, porque sino seguramente el mate les habrá caído mal. Es que para referirse a otra zona de riesgo aparece el subtítulo “Delincuencia relocalizada” y pronto se lee: “como consecuencia de la expulsión de sus habitantes hacia zonas periféricas casi convertidas en “ghettos”, se puede contar también la “creación” de una nueva geografía de la marginalidad”. Entonces, la marginalidad es sinónimo de delincuencia, ¿o entendí mal? Esto quiere decir que los barrios donde vive esa gente expulsada por la empresa de sus antiguas casas son “lados oscuros” de Posadas, tiene sentido, si están olvidados por los gobernantes. Quizás si los iluminasen con una linterna tendrían más posibilidades de inserción social…
Como si fuera poco, los taxistas nos cuentan sus “códigos” para prevenirse. Ahí nos dicen que antes de levantar a un pasajero hacen toda una radiografía propia de Robo Cop: “Primero le mirás la pinta: la ropa, el pelo, la barba, los tatuajes o las cicatrices. El problema es que en Posadas se visten todos igual: conozco tipos de muy buena posición que por comodidad se ponen su pantalón corto y sus zapatillas y salen a la calle. Pero si vos ves a esos que andan con el buzo con capuchita, o con una gorra, no hay ni que preguntarles nada: hay que pasar de largo”. Con razón a mí no me para ninguno, yo uso barba, cuando hace mucho calor me pongo pantalones cortos y siempre ando con zapatillas, menos mal que el gorrito lo dejo en casa… Pero esperen, hay más formas de estar precavidos, ahora una vez que el pasajero está en el auto se observa que “cuando saca el dinero ya te das cuenta: si tiene bien acomodadita la plata, es un laburante; si es un chorro, te puedo asegurar que la tiene abodocada en el bolsillo, como que la puso apurado”. ¡Qué mal!, yo nunca uso billetera porque la que me regaló mi abuela es demasiado incómoda (esto es totalmente verdad, por más “nabo” que suene), así que siempre uso los billetes medio acurrucados en el bolsillo, o sea que soy un “chorro” y no me di cuenta…
Con esto no quiero atacar a los taxistas o remiseros que se ganan el pan toda la noche mientras yo bailo con mis amigos o duermo. Porque además hay partes del texto donde plantean otro tipo de precauciones que son entendibles: avisar con palabras clave a la central, procurar no entrar en callejones sin salida, etc. y ellos mismos reconocen que utilizan preconceptos y “al fin y al cabo estamos atentando contra la democracia”. Lo bueno sería que también sean cautos con esos prejuicios, porque realmente aterran y discriminan. Por otra parte, está claro que el “lado oscuro” de Posadas son lugares donde vive gente muy humilde que ha quedado fuera del sistema y que encuentra como única salida de supervivencia a la delincuencia. Pero ojo, no son todos, es más, seguramente son pocos. Lo que ocurre es que el miedo vende, y paraliza. Está mal que haya robos y violaciones y quienes lo hacen deben ser apresados. Pero también está mal que a los pobres se los olvide y sólo aparezcan como el “lado oscuro”, la parte indeseable de la ciudad. Casualmente (o no), en la página 5 del mismo diario (ya no el suplemento) hay una entrevista de toda una hoja hecha a Ramón Puerta hablando en contra del gobierno de Rovira. Rovira no es ningún santo, pero justamente Puerta no puede decir nada después de gobernar a Misiones con políticas neoliberales que han ayudado a forjar ese “lado oscuro” de Posadas (desde 1991 a 1999, época menemista). Si el lado iluminado de Posadas vive estigmatizando a los marginados, ¿cómo procurar ayudarlos? La inseguridad existe, obviamente. Pero peor aún son el hambre, la desocupación y violencia. Violencia que muchas veces no nace de un chico con gorrito, sino de una nota periodística donde se crea la clara imagen de un lado oscuro.