Este jueves 25 de noviembre se va a realizar el “Hacela Corta 4” como cierre del ciclo de exposiciones organizadas por un grupo de estudiantes de Comunicación Social. En esta ocasión habrá una muestra de cortometrajes y, al mismo tiempo, un recital de músicos locales, todo en el marco de un proyecto de Extensión de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales (FHyCS) que procura crear espacios para que principalmente los estudiantes relacionados al ámbito de la comunicación puedan compartir experiencias y formas de comunicar.
La muestra de los audiovisuales arrancará a las 18 hs. en el Aula Magna de la FHyCS (Tucumán 1946) y contará con documentales, ficciones, videos humorísticos, etc. Mientras que el recital se desarrollará desde las 20 hs. frente al edificio Anexo de dicha institución (en la calle San Lorenzo casi Mitre) y tendrá la participación de Fénix, Carayá Rock, La Plaga y Néctar.
Es importante destacar que las producciones de la muestra son el resultado de una convocatoria dirigida a estudiantes y a productores de audiovisuales, todos los expositores son locales. La Invitación para participar del evento va dirigida a los estudiantes de Comunicación Social,carreras afines y al público en general que quiera conocer y compartir las producciones locales. Como en cada evento Hacela Corta pretende el intercambio de experiencias y propiciar el encuentro para hacer conocer las herramientas comunicacionales, en esta oportunidad las audiovisuales
De esta manera, se cerrará un año donde el “Hacela Corta” promovió el re-encuentro con los relatos orales en un “fogón simbólico”, las producciones radiales y fotográficas y la reflexión acerca de cómo abordar diferentes temáticas (en conjunto con el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo). La idea originaria fue, en efecto, la de crear instancias donde las/os alumnas/os de los diferentes años de la carrera pudieran mostrar y contar qué sabían hacer y cómo.
Las primeras sensaciones son de incredulidad. Hoy de por sí ya era un día atípico por el censo, pero el mensaje de texto que me mandó un compinche me despertó con una noticia que todavía me cuesta digerir. Este 27 de octubre de 2010 murió Néstor Kirchner. Lo escribo y aún me cuesta creerlo. Y es que ese nombre lo he venido escribiendo y diciendo cotidianamente en los últimos ocho años: en la radio, en la facultad, en el laburo, en mi casa, en las largas discusiones entre amigos. Néstor Kirchner partió cuando era una de las figuras políticas más importantes y determinantes del país; sus decisiones, sus pensamientos, sus órdenes, sus malhumores, sus inquietudes se fueron traduciendo desde 2003 en constantes políticas nacionales que han modificado a la Argentina. Luego se verá si la modificó para bien o para mal, pero lo indiscutible es que lo hizo.
Lo primero que recuerdo es lo difícil que resultaba pronunciar su apellido. Y también el comentario de alguien que, cuando Duhalde comenzaba a impulsarlo como candidato a la Casa Rosada, me dijo mientras mirábamos la tele: “¡ja! ¿cómo es? ¿En este país hay que fundir a una provincia para después ser presidente?”. Y después fue presidente. Llegó porque Menem se bajó del ballotage; ese día, me acuerdo, me llenó de alegría la decisión del riojano que sabía, aunque es incomprobable ahora, que perdería en las urnas, no porque conociéramos a Kirchner, sino porque ya habíamos tenido suficiente en los noventa.
Y con incredulidad comencé a seguir, como cualquier ciudadano, su gobierno. Las primeras medidas me gustaron y empezaron a generarme simpatía, sobretodo sus políticas con respecto a los Derechos Humanos. Aquí vale hacer una pausa. Siete años después, hablar de DDHH en Argentina no es lo mismo que en aquel momento; cuando Kirchner asumió estaban vigentes las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, hoy están en marcha cientos de juicios contra los represores. Creo, no obstante, que se abusó en el uso discursivo de la “memoria” y que la cooptación de figuras como Madres de Plaza de Mayo no ha sido lo mejor para un proceso con contradicciones fuertes. Pero, reitero, ya no están las leyes de Obediencia Debida y Punto Final.
Esa simpatía primaria luego se fue re-elaborando con el acontecer de los años. Los errores graves de su gestión (el caso Skanska por caso) y esa actitud imperativa muchas veces irrespetuosa para con el pensamiento contrario me hicieron distanciarme de su figura. Pero sobretodo me molestó su continuo intento de separarse de los años neoliberales, años donde gobernó santa cruz, años donde acompañó a Menem. Durante su gobierno muchas empresas extranjeras siguieron explotando nuestras tierras: las mineras, las papeleras, etc. Es decir, hubo cierta continuidad neoliberal. Además, claro está, de su apoyo a la re-relección de Rovira en 2006 por ejemplo.
Pero sería injusto quedarme sólo con eso. El gobierno de Kirchner no sólo nos devolvió la posibilidad de juzgar a los represores, sino que también nos dejó una Corte Suprema indiscutible, una reestructuración del sistema jubilatorio que le abrió las puertas a miles de personas, una construcción latinoamericana menos empresaria y más popular, etc. Pero sobretodo una revalidación del rol del Estado en muchos sectores, y el Estado, quiero decir, es fundamental para todas/os las/os ciudadanas/os.
Las primeras palabras seguramente descuidan cosas, los primeros recuerdos resultan confusos, más aún ante la incredulidad. En 2007 no lo voté, pero en 2011 no descartaba hacerlo. Era un líder, discutible, seguramente, pero un líder sin el cual muchas cosas no se hubieran logrado. No fui kirchnerista, pero tampoco uno de esos antikirchneristas furiosos enceguecidos por el discurso del “feudalismo” y demás. Hoy, un día que iba a ser atípico por el censo, se volvió atípico por otra cosa: este 27 de octubre de 2010 la Argentina perdió a un dirigente que modificó al país. Reitero, para bien y para mal, pero son pocos los que puedieron jactarse de eso. Kirchner, fue uno de ellos.
Con la bufanda bien acomodada y su campera abrigada, Pedro salió a las calles de Posadas rumbo a la facultad. Cada vez que pasaba por una revistería se quedaba unos segundos mirando atentamente uno de los titulares del diario Primera Edición, le llamaba la atención la foto de una chico y una chica vestidos con guardapolvos, maquillados y sonriendo. Debajo de la imagen el titular mencionaba: “Esta noche la escuelita de Pozo Azul baila por un sueño” y el copete mencionaba la presencia de esa institución en el programa Showmatch de Canal 13. Él no solía mirarlo, pero la idea de ver a sus coterráneos en uno de los productos más populares de la televisión nacional lo tentaba y decidió que esa noche haría una excepción.
A propósito, entrar a la facultad en época de elecciones internas era todo un show. Una amplia variedad de íconos se desplegaba ante los estudiantes que, interesada o desinteresadamente, recorrían los pasillos. En una esquina, había unos afiches escritos a mano y un grupo de chicos de una agrupación de izquierda que repartían folletos. Uno de ellos vestía una remera que le llamó mucho la atención: estampado en el medio del pecho se erigía el “Ché” Guevara gritando a viva voz envuelto en una bandera argentina, “Por una Latinoamérica unida. ¡¡Hasta la victoria siempre!!” era el texto en rojo que se alcanzaba a divisar junto a la imagen. Continuando su camino, Pedro subió las escaleras y al llegar al primer piso se topó con otros dos carteles que también le despertaron curiosidad. A diferencia de aquellos que acompañaban a los chicos abajo, estos no parecían artesanales sino más bien industriales, por así decirlo. Estaban impresos, eran grandes y se repetían, ahora que lo recordaba, en cada uno de los pisos del edificio. Uno de ellos tenía un rostro femenino sonriente al lado de una serie de frases que no alcanzaba a divisar. Agudizando la mirada, Pedro pudo reconocer a “Evita” en aquella mujer y algunas palabras resaltadas en negrita: “Pueblo”, “Peronismo”, “Evita”, “Liberación Nacional”. Competía, le daba la sensación, con uno muy parecido que estaba pegado en la puerta de un aula y que mostraba a Alfonsín en primer plano, éste le costó menos leerlo porque debía entrar a esa clase y entonces indefectiblemente tuvo que acercarse: “Él nos enseñó a vivir en Democracia. Sigamos sus pasos y construyamos una Argentina de respeto, sin odios. Juventud Radical-Franja Morada”. Sin comprender demasiado, Pedro se aprestó a participar una vez más de la clase de “Historia Argentina I”, de primer año. Quizás así, pensó, entendería un poco más qué eran todos esos íconos.
Mecanismos económicos es uno de los primeros conceptos que se nos vienen a la mente para intentar comprender esa mezcla de íconos, ideologías, discursos y disputas de poder. Nótese cómo la industria adopta las imágenes para construir productos de consumo, meramente de consumo. Casi en un juego paradójico y cínico, una fábrica puede proceder a fabricar miles de remeras con la cara del “Ché” Guevara no con el objetivo de difundir la revolución cubana o las ideas del rosarino, sino para obtener ganancias. Inclusive, en una reducción rápida podríamos decir: el capitalismo se apodera de uno de los íconos más importantes de la lucha anticapitalista del siglo XX y lo vuelve mercancía. ¡Hasta eso lo vuelve mercancía! Pero no sólo es este caso. También podríamos mencionar lo mismo de “Evita” y Alfonsín que, vale aclarar, han sido personas con trayectorias distintas y sólo, sobretodo en el caso de Eva, con ciertos puntos en común con el Che. Pero los tres tuvieron preocupaciones sociales y un pensamiento colectivo. Con matices, por supuesto, pero alejados del lucro, la ambición y el deseo de ganar cada vez más y más dinero.
Al ritmo del chamamé
La llegada del mediodía es también la llegada del apetito, sobretodo siendo un estudiante universitario del Interior y en el primer año. Por eso, Pedro y sus amigos salieron disparados de la clase para ir al comedor universitario. El trayecto fue envuelto por un intenso debate sobre el gobierno de Juan Manuel de Rosas que únicamente se vio interrumpido al pasar por la puerta del pub Mentecato. Allí, un cartel gigante avisaba de la presencia de una vedette de la televisión nacional para el próximo fin de semana. Si bien en el grupo había varias chicas, fueron los muchachos quienes más prestaron atención a la imagen femenina y lograron enfadar a sus compañeras que, refunfuñando, no tuvieron más que mirarse entre ellas y confirmar: “Hombres. Son todos iguales…”. Una, dos, tres, las que sean necesarias serán las “estrellas” de la televisión que el mercado propondrá para que visiten los locales bailables de la Argentina mostrando porqué llegaron allí: la imagen. “Top Model”, “Famosa”, “Diosa”, “Moda”, eran algunas de las palabras que se podían leer en el cartel. Palabras que se repiten una y otra vez en cada uno de esos avisos y también en la televisión, la radio, los diarios e internet. Que se repiten y se vuelven habla cotidiana por el simple hecho de haberse repetido. Aquí es interesante una vez más lo que señalan Adorno y Horkheimer:
“La repetición universal de los términos adoptados por los diversos procedimientos torna a éstos de algún modo familiares; así como en los tiempos del mercado libre el nombre de un producto en todas las bocas promovía su venta. (…) Infinitas personas emplean palabras y expresiones que o no entienden o las utilizan sólo por su valor behaviorístico de posición, como símbolos protectores que se adhieren a sus objetos con tanta mayor tenacidad cuanto menos se está en condiciones de comprender su significado lingüístico.”(Op. Cit.; 228 y 229, subrayado en el original)
Al llegar al comedor, una larga fila en la vereda les permitió entender que deberían esperar un largo rato antes de que les tocase el turno de comer. No obstante, en la radio que se escuchaba de fondo había un programa de música, así que por lo menos tendrían esa grata compañía. A pesar de eso Sofía, una de las chicas, se mostraba disgustada porque estaban pasando mucho rock y a ella le gustaba el folclore; hasta que finalmente sí comenzó a sonar un tema del “Chango” Spasiuk, “¿Vieron? El chamamé trae suerte” fue lo que atinó a decir cuando todos estaban llegando por fin al momento de retirar las bandejas con comida. Las risas y el saboreo del arroz fueron matizados, desde ese momento, por varios temas de Pynandí, el último trabajo del apostoleño.
El del “Chango” es un caso autóctono de re-apropiación de la Industria Cultural. Con una calidad musical única y una capacidad artística notable, el acordeonista triunfó en Europa y luego sí en Argentina haciendo música misionera: chamamé, chotis, corrido, etc. Hoy por hoy es uno de los músicos folclóricos más reconocidos por la industria nacional, no sólo llena teatros en todo el país sino que también tiene un programa en el canal Encuentro y muchos de sus recitales son transmitidos por Canal 7. No escapa a la lógica del mercado, pero en todo caso convierte en producto de consumo una música regional muy popular y arraigada en la identidad misionera. Algo que, en última instancia, no deja de ser positivo.
El desafío constante de quienes debemos reflexionar acerca de lo que ocurre en la sociedad es precisamente lograr cierta distancia pasajera de ella para poder comprenderla desde otro lugar. Esto exige un ejercicio doblemente difícil; por un lado, cuesta desembarazarse de nuestras percepciones cotidianas, de nuestros prejuicios y sistemas de clasificaciones. Pero por el otro, existe el riesgo de caer en la pura teorización, en categorizar y ajustar la “realidad” a un marco teórico que nos satisfaga. Doblemente complicado, entonces, será este viaje que sin embargo emprenderemos por los tentadores y engañosos caminos de la cotidianeidad. La cuestión aquí será identificar cómo actúa la Industria Cultural en el día a día posadeño, cómo nos atraviesa de manera imperceptible pero eficaz. No sin antes, claro está, hacer ciertos reparos.
Desde nuestra perspectiva, la Escuela de Frankfurt dio un paso necesario en los estudios de Comunicación Social. Rompió con el racionalismo utópico y sistematizante de las corrientes estadounidenses y le imprimió una mirada crítica a los procesos de mediatización y construcción cultural. En lugar de complementar y ser funcional al sistema de mercado, se le plantó enfrente, con la suficiente fuerza que el marxismo le proporcionaba, y lo denunció. El texto de Max Horkheimer y Theodor Adorno sobre el cual vamos a trabajar da un claro ejemplo de lo recién mencionado en el siguiente pasaje: “…no se dice que el ambiente en el que la técnica conquista tanto poder sobre la sociedad es el poder de los económicamente más fuertes sobre la sociedad misma. La racionalidad técnica es hoy la racionalidad del dominio mismo.” (Adorno y Horkeimer, 1992:178) No obstante, creemos que el análisis hecho desde la Teoría Crítica debería complementarse con otras corrientes, como por ejemplo los Estudios Culturales, ya que sino podríamos caer en la mera denuncia descuidando los procesos de resignificación y readaptación que los sujetos hacen del mundo que los rodea. En definitiva, lo que intentaremos mostrar es cómo un día común está inquietantemente acompañado por la Industria Cultural, pero sin desconocer que a pesar de ella, siempre hay un espacio de creatividad y resistencia, porque en última instancia la industria está hecha por los hombres y son ellos mismos quienes la pueden cambiar.
La mañana y el mediodía
Estamos al borde de la cornisa, casi a punto de caer
Despatarrado en la cama, Pedro descansaba de un fin de semana de festejos por el cumpleaños de un amigo. El otoño, presente ya hacía varios días, lo había obligado a taparse con varias sábanas, pero para esta altura de la mañana sólo lo cobijaba una que se había salvado de las patadas nocturnas. De repente, una música feroz estalló en el silencio y lo hizo despertarse exaltado y sorprendido. Era la alarma de su celular que le indicaba el momento de interrumpir el sueño y comenzar una semana más de estudio. Lo que sonaba era Persiana Americana, uno de los temas de Soda Stéreo que vino con el celular cuando se lo compró, justo coincidiendo con el tan publicitado retorno del grupo de rock hacia mediados de 2007. Tras ponerse un buzo Pedro, aún un poco confundido, se dirigió al comedor para prepararse un mate.
Hagamos una primera pausa. Detengámonos en esta simple situación: un celular cuya alarma despierta a un estudiante en una mañana más de lunes. En principio, nada llamativo; desde que el uso de los teléfonos móviles se masificó se hizo corriente que los despertadores de antaño hayan pasado a ser estos pequeños aparatitos. Pero lo interesante es analizar dos elementos de la escena anterior. Por un lado, el celular de Pedro seguramente es un modelo ya “pasado de moda”, ya que si se lo compró en 2007 quiere decir que tres años después aún continúa con el mismo artefacto y para la industria eso es estar “atrasado”. El secreto del mercado es el cambio constante, pero un cambio mínimo, casi imperceptible, que no obstante transforma al modelo previo en obtuso y le exige a los consumidores adquirir el nuevo pues está “más actualizado”. Revisando el artículo de Horkheimer y Adorno encontramos una frase que nos puede ayudar a reflexionar: “Para eso sirven el ritmo y el dinamismo. Nada debe quedar como estaba, todo debe correr continuamente, estar en movimiento. Porque sólo el universal triunfo del ritmo de producción y reproducción mecánica garantiza que nada cambie, que no surge nada sorprendente.” (Op. Cit. :193) Y pensemos en el celular de Pedro, ¿cuán diferente serán los modelos de ahora con respecto al suyo? ¿qué ventajas ciertamente notables presentan aquellos que el mercado lanza ahora en relación con los que salieron tres años atrás? Visto así, podríamos decir que en verdad hay poca diferencia entre uno u otro. Podrá ser una memoria más amplia para guardar imágenes o filmar, quizá una promoción de llamadas gratis, pero poco más. En última instancia, ambos siguen permitiendo lo más básico: llamar y mandar mensajes de texto, ¿acaso no es eso lo más importante?
El otro hecho tiene que ver con la presencia de Soda Stéreo en el paquete de contenidos del celular, una característica publicitaria que últimamente ha emprendido la empresa telefónica Personal. Cada cierto período de meses pone en circulación un nuevo producto acompañado de los artistas de rock que en ese momento están acaparando el mercado. Así, después de Soda Stéreo tuvieron sus momentos de promoción Babasónicos, Juanes, Los Fabulosos Cadillacs, etc. Esto que estamos contando también formó parte de una experiencia personal, en aquel 2007 un familiar nuestro se compró un celular Personal y dentro del aparato había varios temas de “Soda” y algunos fondos de pantalla. Allí estaba presente uno de los mecanismos de la Industria Cultural, el arte se convierte en mercancía y el espectador/oyente/lector se transforma en consumidor. Eso sí, una cosa no quita la otra. Soda Stéreo fue uno de los grupos más importantes del rock latinoamericano desde mediados de la década del ‘80 hasta los ‘90. Pero luego de su separación en 1997 no habían vuelto a tocar hasta que diez años después decidieron regresar para realizar varios espectáculos en Argentina y el resto de Sudamérica. Fue una época de mucha prensa, de mucha, mucha publicidad, de grandes ganancias en venta de entradas (los recitales se hicieron en estadios de fútbol siempre repletos) y marketing. Pero fiel a la industria, tan sólo fue una repetición. Probablemente sólo presentaron un tema nuevo, si es que lo hicieron, el resto fue el recuerdo de sus numerosos hits. Desde ya que mucha gente, sobretodo jóvenes que en los ‘90 eran muy chicos, disfrutaron del regreso fugaz y vivieron una experiencia que difícilmente olvidarán. De todas maneras, Pedro no había podido ir a verlos a River, tan sólo se había comprado el celular en aquel momento porque lo estaba necesitando. Y esa mañana de lunes, otoñal, la melodía le sirvió para recordarle que un día nuevo había comenzado.
(Este ensayo fue escrito en el marco de la cátedra "Historia y Crítica de los Estudios en Comunicación Social" y presentado en el VIII ENACOM realizado en San Salvador de Jujuy en agosto de 2010. Agradezco a la profesora Ernestina Morales que me ayudó a modificar algunas cositas para presentarlo en el congreso y a las/os chicas/os que me hicieron el aguante a la hora de la exposición, sobretodo al grupo del "Hacela Corta", compañeros entrañables de aventuras disparatadas)
Se suele decir que “pensando en caliente” no hay que tomar decisiones, que muchas veces decimos cosas que estando más tranquilos no diríamos y hasta que por momentos se llega a “perder la cabeza”. Desde hace un buen tiempo a esta parte la opinión pública se ha dado el tiempo para debatir temas claves, estructurales, que dispararon reacciones viscerales muy pasionales y, fiel a nuestro fanatismo por el fútbol, se asemejaron más a idas y vueltas entre hinchadas rivales que a discusiones serias sobre temas serios.
El pasado 15 de julio el Senado de la Nación aprobó un Proyecto de Ley que le permite a las minorías sexuales casarse y obtener los mismos derechos que el matrimonio le concedía, hasta el momento, únicamente a las parejas heterosexuales. Con 33 votos a favor, 27 en contra y 3 abstenciones, la votación fue un poco más holgada de lo que se pensaba, incluso contando con el apoyo de duros opositores al gobierno como los radicales Gerardo Morales y Ernesto Sanz. Pero el debate, la pelea política por aprobar la ley o rechazarla, tuvo semanas “calientes” desde que la Cámara de Diputados dio un dictamen favorable.
Lo peor de nosotros salió, una vez más, en forma de discursos enérgicos, violentos, discriminadores. Y lo que debía ser un debate sobre los derechos civiles se vio de repente trastocado por reflexiones de otro orden, del orden de las creencias, que develaron un grave problema de nuestros políticos: el no separar los tantos.
Cuando la Cruz no deja ver el bosque
Sumamente creyente y una de las referentes de la oposición nacional, la diputada Elisa Carrió (Coalición Cívica) dejó en claro su deambular entre la discusión sobre la ciudadanía (además es abogada) y sus convicciones religiosas. El punto central de su abstención fue precisamente su creencia religiosa: “…yo voto como cristiana, no puedo separar, porque no puedo ir al Santísimo por la mañana y acá a la noche decir otra cosa”. Ahora bien, la pregunta sería en todo caso: quienes votaron a Carrió, ¿votaron a una dirigente pública comprometida y con propuestas concretas o a una cristiana?
Y el terreno empieza a volverse escabroso, es verdad, porque uno comienza a meterse en las creencias, que son sumamente legítimas y nadie tiene porqué atacarlas. Pero un funcionario público quizás debería poder dirimir entre lo privado y lo público, para no cometer injusticias.
Los discursos opositores a la modificación de la Ley de Matrimonio, no solamente los pronunciados en la sesión, sino todos los puestos en escena durante estos días, estuvieron en su mayoría atravesados por los dogmas católicos, pero a su vez cargados de mucha violencia. En la jornada previa, por ejemplo, hubo una marcha multitudinaria en la Plaza de los Dos Congresos en “defensa de la Familia” en la que se esgrimía que la “normalidad” es que haya un padre y una madre. Lo que se afirmaba en esas posiciones era que Dios dispuso al hombre y a la mujer para procrear y mantener la especie, y que la homosexualidad es una enfermedad que va contra esa voluntad divina.
Ocurre allí una naturalización que merecer ser puesta en crisis. Se da por hecho, por inamovible, que las creencias católicas son leyes que rigen al ser humano desde siempre y que cualquier intento de modificación es una maniobra del “Padre de la Mentira” (Bergoglio dixit). En cualquier caso, habría que hacer un alto y repasar un poco la historia para comprender de dónde viene esa fuerte matriz católica en nuestra cultura.
Disputando el espacio público
Antes de la invasión española ocurrida desde 1492, los pueblos originarios de nuestro continente tenían sus propias creencias y prácticas referidas a la sexualidad. Había grupos donde se podían presenciar conductas que hoy en día catalogaríamos de “homosexuales”, “trasvestidas”, “incestuosas”, etc., pero que no tenían la carga negativa con la que hoy pesan. Es que en ese peso actual tiene mucho que ver la tradición judeo-cristiana que acompañó al etnocidio hispano-portugués en nuestras tierras.
Luego, desde el momento mismo de la llamada “Revolución de Mayo” en 1810, la Iglesia Católica se erigió en un factor de disputa del poder público y hasta el día de hoy se mantiene en ese espacio, en connivencia muchas veces con los sectores oligárquicos de nuestro país. Estos procesos se pueden encontrar mucho más ampliados en el libro “Pecar como Dios manda” de Federico Andahazi o en los textos de Felipe Pigna, Jorge Lanata, etc.
Es, por lo tanto, un discurso que se ha construido como hegemónico y por ello está presente siempre en la calle, en los medios masivos de comunicación e incluso en nuestros políticos. Pero lo cierto es que habría que re-pensar la inferencia de estos dogmas en la vida democrática de las/os argentinos.
Una Democracia secular
Que quede claro, por cierto. No es mi intención atacar las creencias católicas, puesto que son muy personales, tienen que ver con la fe y nadie es quien para juzgar al otro por lo que piensa. Pero sí me parece pertinente dar cuenta del lugar que ocupa esa institución en el campo de la política y dejar de naturalizarla. Y al mismo tiempo ver cómo las conductas de la Iglesia muchas veces destruyeron a nuestro país (mientras los padres Mugica, Angelleli, etc. daban su vida por los más pobres, la cúpula eclesiástica se codeaba con las dictaduras, unas tras otra).
Entonces, así como muchas veces les reclamamos a nuestros funcionarios que gobiernen para el bien colectivo y no atendiendo, por ejemplo, a sus intereses comerciales; me parece lógico, justo y sensato en estos casos pedirles que legislen para la sociedad y no para sí. El problema, en este caso, es que votando en contra se le estaban negando derechos legítimos a minorías argentinas.
Se dirá que fue una medida más del gobierno para pelearse con la Iglesia. Lo cual es parcialmente cierto porque en ambas cámaras no sólo votaron a favor legisladores del oficialismo, sino también del socialismo, la Coalición Cívica, el radicalismo, etc.
Se dirá que se hizo a las apuradas y que no tuvo el debate necesario. Pues bien, vasta con recorrer la trayectoria de las organizaciones que hace décadas pelean por los derechos de las minorías sexuales para ver que aquella afirmación es incorrecta.
Se dirán tantas, tantas cosas, muchas de ellas matizadas por la “calentura del momento”. Será cuestión, entonces, de dejar pasar el tiempo, re-pensar un poco y darse cuenta que la modificación de la ley ha sido uno de los paso más importantes de nuestro país en los últimos tiempos para promover una sociedad más equitativa, igualitaria e inclusiva. Una gran noticia, sin lugar a dudas.
TENEMBAUM, Ernesto; ¿Qué les pasó?, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2010.
Qué difícil resulta evaluar un proceso tan reciente e inconcluso como el kirchnersimo en Argentina. Se trata de un fenómeno que desde su llegada en 2003 no deja de generar debates acalorados y, por momentos, disparatados. Pero por suerte, para aquellos que aún no sabemos si celebrar los logros K o criticar sus numerosos desaciertos, llegó un libro escrito con claridad y sin tapujos. En “¿Qué les pasó?” Ernesto Tenembaum intenta hacer una primera reflexión sobre la trama de poder que fue tejiendo Néstor Kirchner y pone el foco sobre varios de los sucesos más trascendentales de un período que recuperó, para bien y para mal, las enérgicas discusiones políticas que nuestro país supo tener.
Quizá lo único que le podemos objetar a Tenembaum es lo confuso del nombre y la tapa del libro. “¿Qué les pasó?”, así, en plural y con la imagen de Kirchner y su esposa en la portada, nos lleva a pensar que se trata de un libro que habla sobre la pareja. Pero no es así. Si bien Cristina es mencionada en varios pasajes, el actor principal de este excelente relato histórico es el ex gobernador santacruceño. Con una capacidad de análisis puntillosa y profunda, Tenembaum describe a lo largo de las 378 páginas a un líder político nato que, según él, mostró dos caras durante estos años. Primero, llegó a la presidencia casi desde el anonimato y rápidamente se ganó la aprobación de un gran sector de la población gracias a varias medidas que hacían falta, como por ejemplo la reforma de la Corte Suprema. Pero luego, ese hombre que prometía aires nuevos, que decía acabar con la “vieja política” pese a haber formado parte de ella durante la década del ’90, cambió y volvió a ser el Kirchner que había gobernado Santa Cruz.
Una de las cosas más interesante del libro es el posicionamiento de Tenembaum en primera persona. Desde el comienzo deja a un lado el tradicional discurso periodístico en tercera persona, hermético y falsamente objetivo, para hablar desde sus más íntimas sensaciones personales, compartiendo con los lectores todas sus contradicciones. Sin ir más lejos, el primer apartado se titula “Yo lo voté”, con lo cual la primera palabra del texto es yo, todo un indicio. Y para aquellos que quizás se sientan un poco reacios a leerlo puesto que es una de las caras más visibles del Grupo Clarín, queda claro que se trata efectivamente de un periodista serio y comprometido, ya que en varios pasajes del libro muestra claramente cómo se fue constituyendo el poder del grupo empresario y cuál ha sido su injerencia en la política nacional.
A su vez, el repaso por la era kirchnerista es muy acertada. Del cambio en la Corte Suprema a la Ley de Medios, del juicio a los represores a la Asignación Universal por Hijos. Las presidencias de Kirchner y Cristina son puestas bajo la lupa haciendo hincapié en los aciertos y errores, e incluso horrores. Para Tenembaum, los primeros años de Kirchner fueron bastante ponderables pero hubo un quiebre cuando en 2005 pactó con la polémica y resistida estructura peronista de la provincia de Buenos Aires y a partir de allí comenzó a encarar las medidas con un aire de omnipotencia y soberbia in crescendo. Los puntos más álgidos del libro son el conflicto con el campo por las retenciones móviles a la exportación de la soja y la campaña electoral de 2009.
En el primer caso, Tenembaum hace un análisis de la locura y la vorágine que se apropió de esos días y cuenta con impotencia cómo esa dinámica fue generando fraccionamientos incluso dentro del mismo periodismo. Luego, en la carrera por las legislativas, evalúa las decisiones de Kirchner en una campaña cuya derrota se dio en gran parte por los continuos desaciertos propios, como el mostrarse junto al muchas veces denunciado Guillermo Moreno.
Néstor, Cobos, Moyano, Carrió, De Narváez, son algunos de los nombres que más resuenan a lo largo del libro. Un texto que no sólo nos acerca una mirada perspicaz sobre los últimos años políticos de nuestro país, sino que además nos permite hacer un alto y recordar un proceso que, por estar aún envueltos en él, muchas veces se nos pierde en el día a día. Sin dudas, un libro que merece ser leído, aún por los más fervorosos kirchneristas.
(Esta reseña fue escrita para la cátedra Análisis del Discurso Periodístico del cuarto año de la Licenciatura en Comunicación Social con orientación en Periodismo, Universidad Nacional de Misiones)
Unitarios y Federales. Radicales y Peronistas. Menottistas y Bilardistas. Nuestra identidad nacional pareciera estancarse continuamente en la dialéctica, en el conflicto, en la división tajante entre unos y otros. Curioso, nosotros nos definimos a partir de unos y otros. Y quizás ese sea el secreto: ser a la vez Unitarios y Federales, ser a la vez Radicales y Peronistas, ser a la vez Menottistas y Bilardistas. Así, como con histeria, como quien se jacta de sangre europea mientras bebe, descalzo y sentado en una reposera, un sorbo de mate.
Arrancado con orgullo de las manos británicas, las burguesas manos británicas, el football se transformó pronto en fútbol, así como suena, a lo criollo. Desde comienzos del siglo XX este deporte fue atravesando los procesos de construcción identitaria, hilvanando pasiones, deseos, sueños y frustraciones. Y pronto, como arrojados por una necesidad de describirnos a nosotros mismos, empezamos a hablar de nuestro fútbol, de nuestra forma de jugarlo. Nada de cálculo, nada de defensas compactas, pelotazos y cabezazos. Nada de fair play.
Los potreros argentinos vislumbraban por los pibes que se resquebrajaban las caderas gambeteándose a uno, dos y tres juntos. Sorprendía a los extranjeros con amagues, salidas explosivas, caños, rabonas, paredes, pisadas. Magia, en definitiva. El fútbol argentino, desde sus comienzos, fue construyendo su identidad a partir de la calidad. Así se pasearon por Europa nuestros clubes, el Boca del ’25 y el San Lorenzo del ’46, como embajadores, demostrando que en Sudamérica, nosotros jugamos mejor.
Y la picardía, la viveza criolla. Hacer rápido un lateral antes que el árbitro se avive que era para el rival. Rodar en el suelo como fusilados, hasta que el 2 de ellos sea expulsado. Tomarse todo el tiempo del mundo para sacar del arco, total vamos 1-0 arriba y faltan dos minutos. Pequeñas trampas, ingeniosas, ¿desleales?, argentinas.
Argentina, país futbolero. El fútbol como motor popular del peronismo, como promotor de la Dictadura del ’76. El fútbol que nutre de canciones los recitales de rock, los festejos en las elecciones, hasta la entrega de los Oscar (Francella, fanático de Racing). Todo en argentina pareciera respirar cierto aire a pelota. Es futbolero el tipo que, con la camiseta de River, hace un piquete reclamando sus derechos. También son futboleros, por ejemplo, Menem y Kirchner, aquellos que debieran escucharlo.
Pero como argentino, nuestro fútbol también lucha por su identidad. Porque un día, alguien dijo que jugar lindo no sirve tanto, si no se gana. Y así, sembró la semilla. Hoy son Menottistas los que defienden el “buen” juego, el tocar y tocar hasta llegar al arco rival, el ganar respetando la estética. Y son Bilardistas los que prefieren triunfar como sea. Primero cuidemos el 0 en nuestro arco, “pasa la pelota pero no el jugador”. Y después vemos. ¿Pero se puede ser tan determinista? Claro que no. Uno de los últimos campeones, Banfield, no fue un equipo lujoso, no ganó por goleada ningún partido. Pero consiguió el campeonato, por primera vez en su historia. ¡Qué tal! Y sus hinchas, felices, eufóricos, lloraron de alegría por ese gol agónico, sufrido, peleado, de Víctor López contra Tigre.
Estudiantes, campeón de América. No es el tiki tiki. Pero ¡quién va a discutir la calidad de la “Brujita” Verón, Enzo Pérez, el “Chino” Benítez o Boselli! “Juega con identidad argentina” se dice de aquel equipo que toca, que genera circuitos, que tira lujos, que rompe en aplausos las tribunas. Como el último Huracán de Cappa. Pero si ganás la Libertadores peleando, metiendo, con garra, con el “cuchillo entre los dientes” (“Cholo” Simeone dixit), también te sentís argentino. Porque así lo hizo el Racing de José, el Estudiantes de Zubeldía, el Boca de Bianchi. ¿Y entonces? Lo más probable es que seamos las dos cosas. El juego lindo, la gambeta, pero también la garra, la rudeza, jugar con apendicitis, como el “Flaco” Schiavi contra Colo Colo en 2003. Qué difícil es pensarse entre tantas contradicciones. O a lo mejor debemos resignarnos a ellas. En definitiva, quizás todos seamos un poco Radicales y un poco Peronistas. Probablemente, todos tengamos un poco de Unitarios. Y algo de Federales.
(Ptta: Este texto fue creado por pedido de mi amiga Ita Rodríguez, que trabaja en el boletin informativo de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones, con motivo del famoso "Bicentenario")
El Análisis del Discurso en general es una actividad atractiva o, por lo menos, me despierta mucha curiosidad. Puede ser por mi gusto por la lectura y la escritura, quizás lo sea por los textos sobre los cuáles trabajamos, lo cierto es que la primera impresión ante esta actividad no es el rechazo, sino más bien todo lo contrario. Se me ocurre, al mismo tiempo, que es una de las disciplinas lingüísticas que en su práctica requiere una labor tan exhaustiva como, por ejemplo, la de los matemáticos. Para analizar cualquier discurso hay que ser meticuloso, profundo, ingenioso, perspicaz. Hay que pasar, y he aquí la relación con la matemática, horas y horas frente a un mismo corpus para desenmarañarlo, deconstruirlo, disparar sus sentidos. Un estudiante del Profesorado en Matemática puede estar toda la madrugada resolviendo un ejercicio, pues bien, un estudiante de Comunicación Social o Letras puede estar ese mismo tiempo tratando de descifrar, por ejemplo, un breve texto de Humberto Eco. Y al mismo tiempo, ese esfuerzo se conjuga con un proceso semiótico constante, en todo momento es la interpretación de los signos la que nos insta a pensar, escribir, leer, reescribir.
En este contexto, Rodolfo Walsh aparece como un excelente pretexto para comenzar a hacer Análisis del Discurso. Por varias razones. La primera, es que para entenderlo deberíamos conocer algo de su historia, de sus trabajos y de su militancia. De otra forma, perdería peso simbólico el título “Carnaval caté”, ya que no es sólo una simpática combinación de palabras, sino también el correlato ideológico de su obra, es una expresión más de su agudo análisis sobre la burguesía argentina y sus componentes. Se dijo que el discurso es un discurrir. Pues bien, sus textos discurren desde Operación Masacre, El Caso Satanowski, etc. hacia estas dos piezas escritas en el Litoral. Y ahí está el diálogo del que nos habla Bajtín, porque Walsh no sólo dialoga consigo mismo, con sus anteriores trabajos, sino también con otros discursos opuestos al suyo. Los ricos, se sabe, siempre tuvieron diarios y radios donde contar su verdad, por lo tanto, Walsh intentó hacer que los pobres hablaran un poco. Pero la riqueza de este autor no acaba en su compromiso por los humildes, sino más bien comienza ahí. Su escritura es magistral, sus textos son deliciosos. Dueño de una capacidad de relato atrapante, claro, directo, nos ofrece al mismo tiempo unas crónicas literarias que dan ganas de ser leídas y, a la vez, unas crónicas periodísticas serias, respaldadas por datos, crudos y determinantes.
Porque su lectura se da en dos procesos, la respuesta al enunciado ocurre en dos instancias. La primera se lleva a cabo en el mismo momento de la lectura, allí se produce el disfrute, el gozo ante lo escrito. Luego, al finalizar, viene la reflexión, la profunda reflexión: ¿qué valores éticos permiten que una fiesta de carnaval ocurra al mismo tiempo que vastos territorios están siendo inundados? ¿qué está fallando para que se continúe con prácticas opresivas de antaño, del tiempo de los mensúes, hoy en día? Ese es quizás el gran mérito de Walsh, el envase y el contenido son estupendos, escribe muy bien, pero lo que escribe tan bien está muy bien trabajado. Ese es el motivo por el cual podemos leer “Operación Masacre” como una intrigante novela policial o como el horroroso eco de una de las tantas etapas oscuras de nuestra historia.
Rodolfo Walsh hizo estallar los géneros. Porque hizo periodismo, pero como si fuera un escritor de ficción. Sus crónicas son ensayos, sus noticias son cuentos, pero no por eso dejan de ser crónicas y noticias. En términos de Maingueneau, él propone una escenografía específica, literaria, desde donde se construye el enunciado por el que desanda los caminos de la investigación, la descripción etnográfica, el periodismo y todas sus herramientas. El buen periodismo, digamos. ¿Qué escenografía propone? Ya lo señalamos: un cuento o un ensayo. Uno se sienta a leer “¿Quién mató a Rosendo?” preparado para encontrarse con una novela policial cuya trama, suponemos, nos llevará a develar los misterios de un asesinato. Efectivamente es así, pero bien podríamos decir, continuando con Maingueneau, que el texto se adecua al género discursivo crónica policial, pues Walsh relata detalladamente las aristas de un crimen relacionado con la política gremial en un clima violento y convulsionado en Argentina. Crónica de un momento, matizada con los colores de la literatura.
Volviendo a Bajtín, los enunciados del escritor argentino están llenos de voces. Voces ajenas que, en su mayoría, aparecen directamente. Walsh es capaz de interrumpir su relato para trasladarnos súbitamente al galpón de una comparsa correntina o un obraje en medio del monte misionero, describiendo situaciones a través de los diálogos. Él habla a través de ellos. Estas voces son al mismo tiempo recurso retórico y periodístico. Grandes cuentos de nuestra literatura están escritos en base a diálogos (Fontanarrosa, por citar un autor). A la vez, estas expresiones ajenas pueden tranquilamente aparecer en el marco de una entrevista (y probablemente de allí provengan). Es así que el análisis discursivo sobre este punto nos permite encontrar otro elemento más para sostener que Walsh es un buen comienzo para esta actividad.
Todo es discurso. Ésta parece una generalización vaga, ambigua, que termina por indefinir la palabra discurso. Sin embargo, nuestras vidas se desarrollan en procesos discursivos diversos, contradictorios. Por lo tanto, hacer AD es también una manera más de intentar entendernos. En definitiva, la comunicación está presente a cada paso que damos. Nos expresamos a través de enunciados. De esta forma, es razonable pensar en comprendernos a partir de analizarlos. Como Walsh, como las voces que aparecen en Walsh, todos necesitamos decir algo. Y lo hacemos, sin dudas.
Llegó el verano y junto a él un montón de tiempo libre que, llegado el 15 de febrero, se habrá convertido en un desesperante lento paso del tiempo. Por eso, acá tenés el Progre Test, para divertirte un rato y, de paso, reordenarte un poco las ideas y saber cuán alarmantemente progresista podés llegar a ser.
Es fácil, sólo tenés que elegir una (1) opción por vez y, al final, sumar la cantidad de respuestas “a”, “b” y “c” respectivamente. ¡¡A divertirse!!
1-El canal de televisión que ves con más frecuencia es:
a. Encuentro
b. Canal 7
c. C5N
2-Lee crees más a:
a. Sandra Russo.
b. Jorge Lanata.
c. Marcelo Bonelli.
3-Para ver una película, preferís:
a. Una europea, tipo las de Kusturica.
b. Alguna argentina, sobretodo si actúa Ricardo Darín, que es garantía.
c. Una buena de Hollywood, con una producción propia del Primer Mundo.
4-En tu computadora hay más música de:
a. Folclore y Rock. Cafrune, Spinetta y Pink Floyd, infaltables.
b. Salsa, Candombe y Bossa Nova. “Garota do Ipanema” ya es un clásico.
c. Música romántica latina. Bien empalagosa, como las canciones de Arjona.
5-Si tenés que elegir de entre estas tres canciones, preferís:
a. “El unicornio Azul” de Silvio Rodríguez.
b. “Señor Cobranza” de Bersuit Vergarabat
c. “La sonrisa de mamá” de Palito Ortega.
6-A la hora de jugar a las cartas, te prendés más fácil a:
a. Truco y Chinchón.
b. Escoba del 15 y Desconfío.
c. Póker.
7-Las personas que te atraen…
*…en caso de ser los varones:
a. Tienen barba, anteojos (no excluyente) y remeras de rock. Suelen andar en ojotas.
b. Tienen barba (no excluyente) y usan remeras cancheras con inscripciones como “La del Che la deje en casa”. Por lo general, utilizan zapatillas.
c. Meten mucha camisa y jean. En alguna ocasión, hasta saco y corbata.
*…en caso de ser las mujeres:
a. Suelen usar ropa más bien colorida, babucha y morral. Muchas veces, suman una bincha en la cabeza.
b. Utilizan jeans anchos, remeras escotadas y aritos.
c. Meten jeans ajustados, remeras combinadas con la cartera y bastante lápiz labial.
8-Para festejar con tus amigo/as optas por:
a. Cerveza y/o vino de no más de $10.
b. Vino espumante y/o tragos.
c. Vino de no menos de $40 y/o champagne.
9-Lo que seguro, seguro, te hace reír, es:
a. Cualquier sketch de Capusotto, preferentemente Bombita Rodríguez o Micky Vainilla.
b. Alguna pieza magistral de Les Luthiers.
c. Cualquier show de Midachi.
10-Pensás que el Fútbol para Todos es:
a. Una excelente medida porque el fútbol es un deporte popular y debe ser gratis para que todos los argentinos lo disfruten.
b. Una medida correcta, pero que debiera haberse hecho de forma más prolija y no de un día para el otro.
c. Una medida lamentable, porque hace que el Estado derroche dinero que bien podría usarse para solucionar otras necesidades.
11-El jugador que más bancás en la Selección es:
a. “Carlilos” Tévez, porque es un pibe que salió de las villas y pone garra en todos los partidos.
b. La “Brujita” Verón, porque es un crack y encima dice las cosas siempre con la palabra justa.
c. “Lio” Messi, porque es el mejor jugador del mundo y pronto lo va a demostrar con la “Celeste y Blanca”.
12- Uno de los intelectuales contemporáneos con los que te sentís más identificado es:
a. Eduardo Galeano.
b. Jose Pablo Feimann.
C. Abel Posse.
13-Sobre la despenalización de la marihuana pensás que:
a. Está muy bien. La marihuana, si es consumida con responsabilidad, no hace daño en absoluto. Como cualquier droga.
b. Habría que ver. Si es sólo para consumo, podría llegar a ser.
c. Está mal, la despenalización incentivaría el consumo de marihuana y sería un caos.
14-Hoy por hoy, votarías para presidente a:
a. “Pino” Solanas.
b. Julio Cobos.
c. Eduardo Duhalde.
15-Si pudieras, le dirías a Cristina que intensifique los lazos internacionales con:
Evo Morales, Correa y Chávez.
Lula da Silva.
Barack Obama.
Ahora sólo tenés que sumar:
-Si tenés mayoría de respuestas “a”, quiere decir que sabés bien la diferencia entre ser “Progre” y ser “Pro”.
-Si tenés mayoría de respuestas “b”, estás indefinido. No te sientas mal, hace 200 años que los argentinos venimos queriendo definirnos.
-Si tenés mayoría de respuestas “c”, es probable que no te haya caído muy simpático el chiste sobre la diferencia entre “Progre” y “Pro”. No fue la intención.
Ahora bien…
-Si tenés TODAS LAS RESPUESTAS “a”, estás preparado para la revolución nacional y popular.
-Si tenés TODAS LAS RESPUESTAS “b”, te preguntamos: ¿en serio votarías a Cobos?
-Si tenés TODAS LAS RESPUESTAS “c”, te decimos: “¡naa, Palito Ortega! ¿estás jodiendo?”
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