No tengo fotos. No tengo LA foto que quisiera poner acá. Pero la imagen la tengo guardada en mi memoria y difícilmente se me borre. La vi el viernes por la noche en la plaza 9 de Julio, durante el festival en apoyo a los reclamos yerbateros que organizaron algunos chicos de la facultad de Humanidades.
Allá estaban los productores abrazados en el escenario. Uno al lado del otro, todos juntos soportando una vez más el frío y el dolor. Movidos por la dignidad, por el orgullo y por la impotencia ante la injusticia. Fue entre show y show. Entre la mágica guitarra de Rula y los títeres de Kossa Nostra. Entre el insuperable monólogo de Mariana Pizarro y la muchachada de La Chupetona. Ya no recuerdo bien cuándo, pero sí dónde y quiénes. Eran ellos y ellas, que vienen desde lo más adentro de Misiones, dejando sus casas, sus chacras, sus vidas. Estaban subidos arriba, con el alma partida y tristes porque los que trabajan apenas cruzando la calle, los que habitan la casa de gobierno, todavía no los atendieron. Se notaba en sus miradas, que exploraban a la multitud para comprobar que sí hay alguien que los escucha, el pueblo. Se notaba en sus palabras: “nuestros tractores están en nuestro corazón” y “¡gracias Posadas!”, no las voy a olvidar más.
Los veía y pensaba: ¿a esta gente están haciendo sufrir? ¿hay necesidad? ¿tanto cuesta cumplir con lo que piden? Porque no piden aumentos, ellos mismos lo dicen, reclaman un precio justo: que les paguen como se debe la hoja de yerba, que no les roben el fruto de su trabajo. ¿Saben qué quieren? Un mercado consignatario, un control, algo que regule el precio y les dé lo que les corresponde. Nada más.
Ahora lo recuerdo y vuelvo a sentirme como la primera vez, conmovido y acongojado. Tanto sufrimiento y a la vez tanta gratitud para con quien los apoya, para con quien los acompaña. Y no es que el festival se hizo con fines políticos, no fue una excusa para escuchar música. Es que la plaza 9 de Julio muestra hoy, a pocos pasos del lujoso shopping y la Calle Paseo, una cara que muchos no quieren conocer. Pero hay que verlos, porque realmente la están pasando mal.
Allá estaban los productores abrazados en el escenario. Uno al lado del otro, todos juntos soportando una vez más el frío y el dolor. Movidos por la dignidad, por el orgullo y por la impotencia ante la injusticia. Fue entre show y show. Entre la mágica guitarra de Rula y los títeres de Kossa Nostra. Entre el insuperable monólogo de Mariana Pizarro y la muchachada de La Chupetona. Ya no recuerdo bien cuándo, pero sí dónde y quiénes. Eran ellos y ellas, que vienen desde lo más adentro de Misiones, dejando sus casas, sus chacras, sus vidas. Estaban subidos arriba, con el alma partida y tristes porque los que trabajan apenas cruzando la calle, los que habitan la casa de gobierno, todavía no los atendieron. Se notaba en sus miradas, que exploraban a la multitud para comprobar que sí hay alguien que los escucha, el pueblo. Se notaba en sus palabras: “nuestros tractores están en nuestro corazón” y “¡gracias Posadas!”, no las voy a olvidar más.
Los veía y pensaba: ¿a esta gente están haciendo sufrir? ¿hay necesidad? ¿tanto cuesta cumplir con lo que piden? Porque no piden aumentos, ellos mismos lo dicen, reclaman un precio justo: que les paguen como se debe la hoja de yerba, que no les roben el fruto de su trabajo. ¿Saben qué quieren? Un mercado consignatario, un control, algo que regule el precio y les dé lo que les corresponde. Nada más.
Ahora lo recuerdo y vuelvo a sentirme como la primera vez, conmovido y acongojado. Tanto sufrimiento y a la vez tanta gratitud para con quien los apoya, para con quien los acompaña. Y no es que el festival se hizo con fines políticos, no fue una excusa para escuchar música. Es que la plaza 9 de Julio muestra hoy, a pocos pasos del lujoso shopping y la Calle Paseo, una cara que muchos no quieren conocer. Pero hay que verlos, porque realmente la están pasando mal.