Me hizo cagar de risa. Me hizo cagar tanto de risa. Pero hoy me hizo llorar. La primera que me lo dijo fue mi tía: “¿te enteraste lo de Jorge Guinzburg?”. Y después, esa frase cortante, voraz, que seca el alma en un abrir y cerrar de ojos y desplaza la sonrisa hasta lo más profundo del cuerpo para que no salga: “se murió”.
¿Cómo puede ser? Aún no lo creo. Ese tipo, viejo, ese tipo. Era petiso, pero gigante a la vez. Un periodista del carajo, que sabía analizar las cosas con mucho olfato y sagacidad, capaz de incomodar con sus preguntas tanto a una estúpida vedette como a un alto funcionario del gobierno. Ese ES Jorge Guinzburg. Y ES porque ya está, se nos fue el cuerpo, pero nos va a quedar presente en su recuerdo, que en definitiva será también lo que va a quedar de nosotros.
Y mi recuerdo es el mejor. Porque el tipo no sólo supo trabajar la verdad, sino que además le imprimió siempre lo mejor de la vida: el buen humor. Y así como hace menos de un año perdimos al Negro Fontanarrosa, siento que esta vez el vacío es similar. Con Guinzburg se va la sonrisa.
Enumerar todo lo que hizo es innecesario. Todos sabemos lo que fue. Lo único que puedo decir es que las mañanas van a ser muy tristes por mucho tiempo. Y pensar que él las había convertido en algo tan divertido. ¿Quién no se despertó alguna vez sólo para ver a Guinzburg y compañía cagándose de risa e informándonos?
Pero, así es la vida. Jorge sufrió mucho el año pasado con su enfermedad, y hoy tuvo su descanso en paz. Para nosotros, los que quedamos de este lado del cielo, sólo nos queda dolor y tristeza. Pero sabemos que allá arriba, el petizo debe estar mirándonos con esa sonrisita burlona tratando de encontrar un nuevo chiste para, una vez más, hacernos cagar de risa.
¿Cómo puede ser? Aún no lo creo. Ese tipo, viejo, ese tipo. Era petiso, pero gigante a la vez. Un periodista del carajo, que sabía analizar las cosas con mucho olfato y sagacidad, capaz de incomodar con sus preguntas tanto a una estúpida vedette como a un alto funcionario del gobierno. Ese ES Jorge Guinzburg. Y ES porque ya está, se nos fue el cuerpo, pero nos va a quedar presente en su recuerdo, que en definitiva será también lo que va a quedar de nosotros.
Y mi recuerdo es el mejor. Porque el tipo no sólo supo trabajar la verdad, sino que además le imprimió siempre lo mejor de la vida: el buen humor. Y así como hace menos de un año perdimos al Negro Fontanarrosa, siento que esta vez el vacío es similar. Con Guinzburg se va la sonrisa.
Enumerar todo lo que hizo es innecesario. Todos sabemos lo que fue. Lo único que puedo decir es que las mañanas van a ser muy tristes por mucho tiempo. Y pensar que él las había convertido en algo tan divertido. ¿Quién no se despertó alguna vez sólo para ver a Guinzburg y compañía cagándose de risa e informándonos?
Pero, así es la vida. Jorge sufrió mucho el año pasado con su enfermedad, y hoy tuvo su descanso en paz. Para nosotros, los que quedamos de este lado del cielo, sólo nos queda dolor y tristeza. Pero sabemos que allá arriba, el petizo debe estar mirándonos con esa sonrisita burlona tratando de encontrar un nuevo chiste para, una vez más, hacernos cagar de risa.
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