No tengo ganas de escribir lo que ya se escribió tantas otras veces. Tampoco lo voy a hacer ahora. Un nuevo aniversario del último golpe militar, 30 mil desaparecidos, Videla, Massera y Agosti, las Madres, las Abuelas, Rodolfo Walsh, el Mundial ’78, Malvinas. ¿Qué más se puede escribir? Poco. Porque además, y esto es positivo, el gobierno de Néstor Kirchner (y por lo visto el de Cristina Fernández también lo hará) se encargó de poner en la agenda el recuerdo de lo que pasó. Usado, funcional, politizado, quizás hasta parcial. Pero recuerdo al fin.
Tampoco quiero pasarlo por alto, casi como una obligación moral. Porque además, la memoria no es nada sin presente, y es en el tiempo “ahora” que quiero detenerme a pensar. Me alegra de sobremanera que los represores de aquella época sean juzgados y apresados. Pero repudio que los que también estuvieron involucrados, pero del otro lado, formen parte del gobierno. Miguel Bonasso, sin ir más lejos, de montonero a kirchnerista. ¿Acaso él se quedó todos los setenta sentado en un sillón leyendo a Marx y sin hacer nada? No lo creo. Y también él debería dar cuenta de que hizo en esos años negros.
Claro está, tampoco voy a hacer la paparruchada de Cecilia Pando de salir a defender la causa de los asesinos. Sería imposible siquiera tratar de justificar un solo robo de bebé o un secuestro. Pero sí me parece bien que se recuerde a los militares caídos. Es justo, y sano.
Tampoco quiero pasarlo por alto, casi como una obligación moral. Porque además, la memoria no es nada sin presente, y es en el tiempo “ahora” que quiero detenerme a pensar. Me alegra de sobremanera que los represores de aquella época sean juzgados y apresados. Pero repudio que los que también estuvieron involucrados, pero del otro lado, formen parte del gobierno. Miguel Bonasso, sin ir más lejos, de montonero a kirchnerista. ¿Acaso él se quedó todos los setenta sentado en un sillón leyendo a Marx y sin hacer nada? No lo creo. Y también él debería dar cuenta de que hizo en esos años negros.
Claro está, tampoco voy a hacer la paparruchada de Cecilia Pando de salir a defender la causa de los asesinos. Sería imposible siquiera tratar de justificar un solo robo de bebé o un secuestro. Pero sí me parece bien que se recuerde a los militares caídos. Es justo, y sano.
Graciela Daleo fue montonera y estuvo secuestrada en la Escuela Mecánica de la Armada a comienzos del golpe, luego se exilió en España. Volvió en el ’84 y ya en la época de Menem rechazó el indulto que le dio el riojano, es decir, se hizo cargo. Si ella alguna vez participó de un operativo en el cual murió alguien, debería ser juzgada. No lo sé. Lo que sí sé es que es una de las pocas que parecería mantener firmes sus convicciones, fíjense cómo la retrata la revista La Vaca en una entrevista que le hizo (y que fue publicada también por el portal rodolfowalsh.org): “Graciela Daleo no tiene televisión por cable en su casa, nunca enciende el televisor ("salvo algunos sábados para ver las películas argentinas que pasan en Canal 7, o las películas tontas que dan a la tarde"). Por ende, no ve Gran Hermano, ni tampoco pertenece a la previsible raza de los que lo critican: simplemente lo ignora. Graciela no tiene celular, y jamás navega por Internet: no es seguro que esta charla con lavaca constituya una excepción. "Y tardé bastante en aceptar lo del correo electrónico" admite.”
Una verdadera resistencia. Lo digo porque hace poco leí en las paredes de Posadas una pintada que señalaba “Aguanten las FARC”. ¿Qué! ¿Aguante la guerrilla, el secuestro, la muerte? No, gracias. Es muy factible que los lineamientos políticos que alguna vez tuvo la FARC sean de mi agrado, pero no su accionar. No, no y no. Es decir, si ser de izquierda significa apoyar la lucha armada: entonces paso. Y además me parece que el momento histórico de las guerrillas ya pasó, como también el de los golpes militares. Por lo que, se me ocurre, una real resistencia hoy estás más cerca de actitudes como las de Daleo.
En última instancia, me hubiese gustado más leer en la pared “Aparición con vida de Julio López”. Es decir, ¡muchachos, hay un desaparecido en democracia!, ¿lo recuerdan? En septiembre de 2006 se esfumó después de haber sido un testigo clave en el juicio contra Etchecolatz. Aún hoy no se sabe qué pasó, y los procedimientos judiciales hicieron todo lo posible para no ayudar.
Eso es lo más triste. Mientras unos permanecen en prisiones domiciliarias o cárceles, otros trabajan en el parlamento y el resto pelea legítimamente por la memoria, hay un testigo desaparecido. Lo peor es que todos, mal que mal, sabemos su destino. Ojalá esté con vida, ojalá. Pero el 24 de marzo no hace más que traer de vuelta viejos fantasmas, que dudo que alguna vez se hayan ido.
1 comentario:
aplausos!
La verdad que es una verdadera sintesis de lo ocurrido...
Me parece bien que se juzguen a todos por igual! Y basta, por favor, de tratar a las FARC como personas que persiguen sus ideales y luchan por ellos! (Lo dijo la actual presidente)
Son terroristas, que agarran las armas para matar y torturar... Basta!
Un abrazo!
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