Si observamos el desempeño argentino en relación con los anteriores juegos, Atenas 2004, vamos a encontrarnos con la tranquilizante (o no) realidad de haber conseguido seis medallas otra vez: oro en fútbol y ciclismo en la especialidad Madison, bronce en el hockey sobre césped femenino, yachting, judo y básquet. Si además, recordamos que en 2004 habíamos obtenido una medalla dorada después de 52 años, el hecho de volver a repetir una doble presea de oro es un buen dato.
Sin embargo, eso sería ver los números crudos, un simple análisis cuantitativo que merece más bien una lectura más enfocada. Por empezar, uno de los oros los obtuvo la selección sub 23 de fútbol que, en relación con el resto de los equipos, bien podría haber sido sub 20 y ganar de todas formas. Jugadores de la talla de Angel Di María, Javier Mascherano, Lionel Messi o Nicolás Pareja dejaron en claro que el juego olímpico es un nivel futbolístico aprobado hace ya mucho tiempo atrás. El equipo fue de menor a mayor, de aburrir al público en la primera fase con toques intrascendentes a ganarle sin atenuantes a un flaco Brasil en las semis. Fue sin dudas un título merecido y con una yapa para nuestra tierra colorada: el arquero Sergio Romero nació en Bernardo de Irigoyen.
La otra presea de oro fue para la dupla ciclista Walter Pérez-Juan Curuchet, quienes en la prueba Madison se impusieron tras un arranque demoledor. Fue sin lugar a dudas una grata sorpresa ya que se trata de un deporte practicado en forma totalmente amateur, con poca exposición mediática y que la gente ve al pasar únicamente cada cuatro años. Y además, guarda un valor enorme por la trayectoria inmensa de Curuchet, quien cerró su carrera tras ¡6 juegos olímpicos! Una cifra que resalta aún más su esfuerzo y perseverancia y les demuestra a los jóvenes deportistas de hoy que es posible un mañana con logros. Pero claro, el precio a pagar es muy alto, porque en una Argentina donde el Estado flaquea en políticas deportivas, todo se vuelve más difícil.
El bronce también es de destacar. El básquet tuvo una muy buena actuación, quedó eliminado en semis contra un equipazo estadounidense y en la lucha por el tercer puesto superó sin atenuantes a Lituania. En Yachting Santiago Lange y Carlos Espínola mantuvieron de gran manera la medalla conseguida en Atenas, mientras que la judoca Paula Pareto nos dio otra grata sorpresa el primer día de competencias y quedó tercera en la categoría hasta 48 kilos.
La otra medalla de bronce fue para “Las Leonas”, que también repitieron el resultado de 2004. En su caso, si bien quizás se esperaba que estuvieran en la final y encima en semis cayeron por goleada contra Holanda, se trata de un triunfo más para un ciclo histórico de este deporte en Argentina. Desde el nacimiento de las “garras” en 2000 con la por ese entonces sorpresiva medalla plateada en Sydney, pasaron dos Champions Trophy, dos medallas más en los Juegos Olímpicos y un Mundial. Todo esto sumado a un nivel espectacular que las posicionó entre los mejores equipos del mundo, con jugadoras de la talla de Magdalena Aicega, Soledad García, Mercedes Margalot y una de las deportistas argentinas más brillantes de los últimos veinte años: Luciana Aymar.
Pero más allá de las medallas, hubo algunas desazones. Tal el caso de la nadadora Georgina Bardach a quien, luego de su bronce en Atenas, se le pusieron muchísimas expectativas y cuyo desempeño en Beijing fue malo. También ocurrió algo similar con Germán Chiaraviglio que en salto con garrocha no pudo demostrar el buen desempeño que venía teniendo en las competencias internacionales de esa disciplina. Alejandra García, dentro del mismo deporte que Chiaraviglio, se retiró sin haber podido alcanzar la final como en Atenas, pero con ese mismo sabor de Curuchet de haber dado todo en su carrera. Otro retiro que nos deja sin un gran representante es el del nadador José Meolans. Estandarte, símbolo del deporte argentino en los últimos años, no pudo en Beijing alcanzar mayores resultados, y no por culpa suya sino porque la preparación a la que ha accedido no alcanza para hacerle frente a monstruos como Michael Phelps.
En el resto de los deportes, la realidad es la misma de hace años y años. Tanto en los Juegos Olímpicos como en su etapa previa, los Juegos Panamericanos, los atletas nuestros aprovechan su aparición en la tele, la radio y los diarios para dejar en claro que todo lo que hacen es a pulmón, con mucho esfuerzo y apoyados por sus familias, porque desde el Estado no hay políticas comprometidas para con el deporte. Y no se trata sólo de mayor partida presupuestaria, sino del acompañamiento en la preparación, la representatividad internacional, etc. Y sobretodo, de tratar de no reproducir una cultura exitista que, una y otra vez, insiste en mostrarnos que los que sirven son los que logran medallas y los demás no. Lamentablemente, el exitismo persiste, sino no se explicaría cómo recién después de ganar un bronce la pequeña Pareto pudo conocer a la presidenta Cristina Fernández….
Además, y fiel al estilo kirchnerista, el Secretario de Deporte de
Para Morresi, entonces, los Juegos Olímpicos estuvieron muy buenos. Y si hubo problemas, es porque el Comité Olímpico Argentino debe cambiar ya que se “necesitan dirigentes que tengan más emprendimiento, que de alguna manera tengan ingenio o creatividad para buscar aportes, y no solamente quedarse a esperar que el Estado les dé el dinero". Eso, en el fútbol, es tirarle la pelota al compañero para que se las arregle.
La secretaría de Morresi depende del Ministerio de Desarrollo Social. Si uno entra a la página web de esa cartera se encuentra con la ministra Alicia Kirchner (cuñada de la presidenta) y una seria de notas e imágenes referidas a planes de desarrollo laboral, urbano, etc. Pero poco, o casi nada, de deporte. En un país donde el fútbol es un negocio monopólico. Donde