La seguridad
Otro autor que nos permite pensar nuestro mundo hoy es el periodista y escritor español Vicente Verdú. Él trabaja el concepto de transparencia como el que más se utiliza en la retórica de lo que denomina el capitalismo de ficción. Todo deber ser transparente, público, nada ha de estar oculto para que no hayan dudas. Internet, por ejemplo, es un lugar donde se materializa este fenómeno: las personas cuentan sus vivencias en los blogs, muestran sus fotos en los fotologs, suben sus canciones preferidas, debaten sus opiniones en foros, etc. Se hacen visibles ya que “La exhibición otorga valor, una vez que el capitalismo de ficción ha enseñado que nada logra vigencia si no llega a ser imagen.”[1] Todos podemos estar al tanto de lo que hacen todos. Y al mismo tiempo el secreto, lo oculto, es mirado con cierto recelo.
Y siguiendo su reflexión, Verdú nos lleva a ver que en definitiva se ha modificado el sentido de la intimidad. Para ejemplificarlo, analiza la explosión masiva de consumo de películas pornográficas y concluye que si ahora hasta el más íntimo acto sexual es mostrado abiertamente, entonces queda poco por esconder. Pero detrás de eso hay otra situación social más profunda que, paradójicamente, está más oculta. Se trata de un proceso que se inició básicamente a partir del atentado terrorista a Estados Unidos en 2001 cuando, temiendo nuevos desastres, la gente le abrió las puertas a la seguridad. Desde ahí, las personas se muestran conformes de brindarles a los organismos gubernamentales la mayor cantidad de datos posibles, incluso los más insólitos, con tal de sentirse protegidos ante la amenaza exterior. Y además exigen mayor seguridad que, si lo traducimos, puede significar mayor control. Agrega Verdú: “En cuestiones de seguridad todo parece poco mientras en asuntos de libertad el ciudadano se conforma ahora con menos. (…) se ha llevado el miedo hasta la cotidianidad, todo el mundo desea sentirse blindado, sus hijos y sus propiedades a salvo.”[2]
Decíamos, mayor seguridad significa mayor control. Entonces, ¿quiénes nos controlan? Verdú hace hincapié en diferentes instituciones que vigilan a las personas, no sólo a través de cámaras de videos (en las tiendas por ejemplo) sino también mediante las telecomunicaciones. Y en ese sentido nos comenta acerca de
Ahora hagamos un pequeño ejercicio de reflexión: en 2003 Estados Unidos invadió Irak aduciendo que allí se guardaban armas de destrucción masiva, por más que inspecciones previas de expertos de
Y es que el miedo paraliza. Si tomamos ahora algunos de los análisis realizados por el filósofo Michael Foucault, podemos pensar esos mecanismos de control como un panóptico. Se trata de un sistema donde un guardia (trabaja desde la imagen de la cárcel) está ubicado en lo alto de una torre y vigila a cada uno de los prisioneros debajo, colocados en celdas construidas de manera tal que él puede ver exactamente todo lo que hacen, pero ellos no a él. Así, el preso sabe que está siendo controlado, pero no cuándo, por lo que vive en una constante incertidumbre y procura no hacer nada que conlleve una sanción. Él lo pensó, como señalamos varias líneas arriba, en el marco de
En su libro “
Por empezar, dice Foucault, debe haber una clausura, un espacio cerrado en donde se lleve a cabo la actividad, en este caso, los edificios donde funcionan las compañías de call center. Luego, hay divisiones en zonas para poder ejercer un mayor control sobre los individuos; en los call centers cada joven tiene su escritorio, su computadora, etc. que por lo general están numerados. A su vez, estas particiones encierran una funcionalidad y una jerarquía: cada elemento constituye una tarea específica, y la importancia de ésta le dará un mayor o menor valor en el conjunto. Así, hay áreas destinadas a atender los reclamos, otras a guiar telefónicamente las instalaciones de softwares, otras a labores administrativas, etc., etc. y es común que a medida que un chico aumenta su productividad en la empresa, vaya ascendiendo de área. Y así se va configurando, disciplinando, a quien trabaja en un call center.
Este proceso no está exento de mecanismos de control, por momentos, tétricos. Para clarificar un poco más, veamos primero algo que nos comenta Foucault: “Se trata de establecer las presencias y las ausencias, de saber dónde y cómo encontrar a los individuos, instaurar las comunicaciones útiles, interrumpir las que no lo son, poder en cada instante vigilar la conducta de cada cual, apreciarla, sancionarla, medir las cualidades o los méritos.”[5] Ahora bien, repasemos qué cuenta Andrea Badantes, una chica que trabajó en un Call Center, en una edición de la revista “Veintitrés” acerca de su experiencia: “Cada vez que iba al baño, tenía que apretar un botón que decía ‘not ready’. Si tardabas más de tres minutos, los supervisores venían preocupados a ver qué pasaba. Porque los supervisores monitorean todo.”[6]Es prácticamente una confirmación de las palabras de Foucault, a la vez que un preocupante paralelismo con la obra de Orwell…
Pero además, y relacionándolo ahora con otros de los puntos ya analizados, muchos call centers trabajan para diferentes empresas ofreciendo sus productos. Se ha vuelto una moda y hoy en día hay muchas empresas que utilizan las llamadas a usuarios “x” para tratar de conseguir clientes. ¿Cómo lo hacen? Algunas compañías trabajan con la guía telefónica, asignándoles páginas al azar a cada teleoperador para que llamen y prueben suerte. Otras, en cambio, recurren a las herramientas antes mencionadas para obtener datos acerca de potenciales compradores, y así telefonearlos a casa. Por eso muchas veces recibimos llamados de jóvenes a los que no conocemos, hablándonos de que cosas que no teníamos idea que existían, y ambos sin saber que estamos inmiscuidos en el mismo sistema. Ellos por la explotación del alma, nosotros por la transparencia.
[1] VERDÚ, Vicente;
[2] Op. Cit.
[3] FOUCAULT, Michael; “El Panoptismo”, Pág. 209
[4] http://www.geocities.com/guerrillasenlatinoamerica/cronologiafariana.htm
[5] FOUCAULT, Michael; “Los cuerpos dóciles”, Pág. 147
[6] Artículo Llamada Mortal en Revista “Veintitrés”, Número 455 del 22 de marzo de 2007. Página 71.
1 comentario:
Saludos, muy interesante el post, espero que sigas actualizandolo!
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