viernes, 5 de septiembre de 2008

Iluminismo Capitalista (Parte 2 de 2)

Repasemos nuevamente la idea del eslogan de Megatone del que hablamos hace algunos días: independizate comprando una Notebook. ¿No es un tanto ambicioso? ¿no es exagerado relacionar la libertad con el consumo tecnológico? Alguno dirá: “¡ok!, pero ellos están queriendo vender nomás, es sólo un recurso de marketing”. Y es totalmente cierto, como también lo es que su discurso genera sentido, crea una idea colectiva (estamos hablando de ocho millones hogares) de que uno de los caminos hacia la independencia es la compra de un artefacto que puede llevarse a cualquier lado. Y eso, visto desde una óptica marxista, es fetichista.

El Fetichismo consiste básicamente en atribuirle vida propia, casi mágica, a los objetos, como si no fueran hechos y usados por los sujetos. Néstor Kohan, intelectual de la izquierda argentina, sostiene que es un “proceso social e histórico según el cual se acepta que hay algo “afuera” (de la historia) que no tiene ningún vínculo con el “adentro” (de la historia), que hay un objeto radicalmente externo (categorías y leyes económicas) que no tiene ningún vínculo con los sujetos sociales y sus relaciones recíprocas (que son relaciones de lucha, de poder y de enfrentamiento, es decir, relaciones atravesadas según la teoría marxista de la historia por la lucha de clases).”[1] Por eso, la Notebook aparece como un objeto que surge de la nada y trae independencia. ¿Pero qué ocurre con los usos? ¿cuál es la relación entre usuario-máquina? ¿para qué el hombre construyó una computadora que se puede sacar de la casa?


Tratemos de averiguar ahora qué sería tan importante y urgente como para que una persona tenga que llevar la computadora consigo. Es decir, si voy a ir a tomar un tereré con un amigo, si voy a recorrer la costa oriental de Misiones, si voy a caminar a la plaza con mis hijos, ¿para qué quiero la Notebook? Podríamos pensar, entonces, que la respuesta es: el trabajo. Si voy a visitar a alguien a su casa, no voy a llevar mi computadora portátil para navegar por Internet o chatear con otros, no, sino me hubiese quedado en mi hogar nomás. Si en mi computadora tengo un jueguito muy entretenido, quizás me fanatice por un tiempo, pero no por eso voy a andar por toda la ciudad con la Notebook para tratar de pasar de nivel o ganar un campeonato. Lo único que aparece como una opción “razonable” es la necesidad de transportar la herramienta de trabajo. Y en ese sentido, efectivamente sí es muy ventajoso en algunos momentos.


Por lo que señalábamos antes, si por ejemplo surge un viaje impostergable, se pue
de continuar con un informe o una investigación llevando la Notebook. Pero al mismo tiempo, está el riesgo de volverse dependiente (¡oh! paradoja del destino…) del trabajo. Supongamos: tengo dos semanas para entregar un ensayo breve, que podría tranquilamente empezar a hacerlo dentro de unos días, sin embargo tengo una Notebook y aprovecho, voy a visitar a mis padres y la llevo para, entre mate y mate escribir algo, en vez de disfrutar ese momento.


Tal vez sea un poco exagerado el ejemplo, pero no tanto. Porque, en definitiva, contar con la posibilidad de trabajar donde sea abre las fronteras del ámbito laboral, disgregándolo por el resto de los espacios cotidianos. No es lo mismo ir a una fábrica, estar allí ocho horas y luego volver a casa y olvidarse; que ir a la empresa, estar ocho horas, pero encima volver a casa, bañarse y ponerse a escribir un informe o, lo que es peor, salir con la Notebook a cuestas para hacer eso.


Que se entienda bien. Este texto no intenta ser una crítica es desmedro de las Notebooks, porque las reconocemos como una herramienta laboral y de estudio muy práctica e interesante. Pero por eso lo recalcamos: para el trabajo y el estudio. La independencia en realidad va mucho más allá del los artefactos e incluso, no faltan aquellos que, hartos de depender tanto de los celulares o las Notebooks, los dejan en sus casas para “liberarme un poco”.


Iluminismo para unos pocos


A todo esto, ¿Es tan fácil conseguir una Notebook? ¿Por qué, entonces, nos dan otro aparato de regalo? Repasemos los precios. En el catálogo que estamos analizando, las Notebooks aparecen justo en la mitad e impresas en una hoja con otra textura, más agradable a los dedos. La más barata cuesta $1.699 al contado o 18 cuotas de $124.90, mientras que la más cara supera los cinco mil pesos al contado. Estamos hablando de números no accesibles para cualquiera, por lo menos las personas de clase baja y media-baja quedan prácticamente imposibilitadas de
acceder a ellas. Es que en Argentina según el Instituto Nacional De Estadística y Censo (INDEC) en julio de este año la Canasta Básica Total, bajo la cual un individuo comienza a ser considerado pobre, alcanzó los $859.99, es decir casi el 50% de la Notebook más barata al contado (y pensemos que el INDEC en los últimos meses ha estado dando datos dudosos, que por lo general favorecen al gobierno). Por lo tanto, una familia de clase media debería dedicar exclusivamente dos meses de sus ingresos para conseguir una, o bien destinar el 14% (los $124 de cuota) durante un año y medio. Ciertamente son cifras que preocupan y que además, y si lo relacionamos con el slogan iluminista, nos lleva a una reflexión: al fin y al cabo, la independencia es para unos pocos.


Y esta es una contradicción que ha estado desde siempre en las tecnologías de la comunicación, por lo menos a partir de lo que nos permite ver Raymond Williams en su “Historia de la Comunicación”. Allí hace un trabajo descriptivo de las distintas fases históricas de los medios y cómo, a la vez que se desarrollaban nuevas formas de interacción, éstas estaban restringidas. En algunos momentos, la limitación estaba sujeta a las instituciones y así, por ejemplo, la escritura durante mucho tiempo fue utilizada únicamente en la esfera religiosa. En otros, en cambio, entraron a jugar las coerciones del capital. Por caso, esto ocurrió con la prensa, como nos lo cuenta: “En la segunda mitad del siglo XIX, la propiedad y el control de la prensa pasó, en la mayor parte de los casos, de negocios pequeños y a menudo familiares a un nivel corporativo más concentrado, en el que series de periódicos y revistas eran propiedad de unos pocos individuos.” [2] Y completa con una frase contundente y por de más elocuente, que tiene directa relación con lo que venimos contando: “Esta contradicción entre los potenciales democráticos de la tecnología y las condicio
nes económicas y sociales específicas que determinan su aplicación ha sido muy importante a lo largo del siglo XX.”[3]


Ahora, volviendo a nuestro ejemplo, si a los precios de las Notebooks agregamos los de los otros artefactos, los regalados,
se ampliará esta situación. Supongamos que, sin esta oferta, una persona no sólo compra una computadora portátil sino que además adquiere los otros cinco productos por separados, entonces gastará aproximadamente: en un celular $219, en una web cam $99, en un bolso $99, en un Mouse inalámbrico $70 y en un reproductor Mp3 $199, es decir, $686; por lo que en total habrá gastado alrededor de $2.385. Es mucha plata, y no cualquiera puede darse ese lujo. Así entonces, la independencia, la libertad, la autonomía, están al alcance de pocos. Y por lo tanto, el Iluminismo Capitalista se resquebraja dejando al descubierto un engaño, una utopía, una independencia que nunca fue tal. ¿Algún día lo será?


[1] KOHAN, Néstor; Historia y Método, una Introducción. Página 235.

[2] WILLIAMS, Raymond; Historia de la Comunicación Vol 2. “De la imprenta a nuestros días”, Comunicación Bosch. Página 195.

[3] Op. Cit.

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