martes, 25 de marzo de 2008

Evo (Primera parte)

La hemorragia era terrible. María Mamani miró a su esposo Dionisio con los ojos llorosos, temerosa de perder al niño que estaba naciendo. En el humilde Isallavi, cerca del lago Poopó, la medicina moderna aún no había llegado y esas dos personas veían cómo el fruto de su amor corría serio riesgo de irse rápidamente de un mundo al que casi ni había llegado. Pero los pueblos indígenas son más sabios de lo que la ciencia supone. La anciana curandera y las vecinas del pueblito utilizaron sus hierbas para evitar lo peor, y lo consiguieron. Ese 26 de octubre de 1959, la Nación Aymara recibió con los brazos abiertos a un nuevo hijo: Juan Evo Morales Aima.

46 años más tarde, el 18 de noviembre de 2005, el Movimiento Al Socialismo (MAS) se alzó con la victoria en las elecciones presidenciales. El 53,7% de los votos dispuso que el aymara Evo se convirtiese en el piloto de un país abrumado por fuertes conflictos sociales, una economía devastada y una desigualdad marcada entre ricos y pobres. Peleando desde los espacios democráticos, alzando la bandera de los más desprotegidos, revalidando la dignidad de los pueblos originarios y, por sobre todas las cosas, cumpliendo con su discurso, Evo Morales es hoy en día quizás el referente político latinoamericano más notable. ¿Está bien esta apreciación? Pensemos. Para eso, antes debemos recorrer brevemente su historia, para entender cómo y por qué es lo que es hoy.

El líder indígena

A los 6 años Evo ya estaba trabajando. Su tarea era ayudar a su padre y sus hermanos en la zafra de la caña de azúcar en el norte de Argentina. Su juventud la desarrolló entre estudio y fútbol, su deporte favorito. Ya entrada la década del ‘80, se mudó junto con su familia al departamento de San Francisco, donde entre otras cosas construyeron su plantación de coca. Para mediados de los noventa, Evo no sólo era un ferviente trabajador de la tierra sino que además había desarrollado una conciencia social que lo había transformado en un referente político de su región. Por caso, en 1996 fue elegido Presidente de Coordinación de las Seis Federaciones del Trópico Cochabambino.

Su mayor lucha pasó por la defensa de las plantaciones de coca. Está claro que lo suyo nada tiene que ver con el narcotráfico. La coca es un vegetal históricamente utilizado por los pueblos andinos para acompañar su vida cotidiana, así como en Argentina podría ser la yerba mate por ejemplo. Sin embargo, las presiones internacionales por estigmatizar a la coca como droga han concluido en legislaciones restrictivas de su producción. Evo y sus compañeros cocacoleros fueron tratados como delincuentes. Cuenta Evo: “He pasado momentos difíciles en Eterazama (1997), donde desde un helicóptero la DEA (Departamento Antinarcóticos de EE.UU.) ha ametrallado y hubo cinco muertos en minutos."
No sólo intentaron matarlo varias veces, sino que también fue preso en otras tantas ocasiones. Pero todo eso no hizo más que fortalecerlo y acrecentar su figura.

En 1995 se formó la Asamblea para la Soberanía de los Pueblos. Como la Corte Nacional Electoral les negó una personería jurídica, se acercaron a los partidos de izquierda y formaron alianzas que pronto dieron sus frutos. En 1997 Evo Morales fue uno de los cuatro Diputados de la Izquierda Unida que llegaron al Congreso. Desde su banca, Morales continuó abogando por las reivindicaciones sociales, más que nada del sector cocalero. Hasta que en 2002 104 diputados oficialistas y afines al gobierno de Jorge Fernando Quiroga Ramírez decidieron quitarle su banca por “faltas graves al ejercicio de sus funciones”


Pero lejos de debilitarlo, su expulsión del parlamento lo catapultó al liderazgo. Ese año, Evo fue candidato a presidente por el MAS y quedó segundo, mientras que en los comicios legislativos su partido alcanzó gran representatividad con 27 diputados y 8 senadores. Cochabamba, La Paz, Oruro y Potosí fueron algunas de las ciudades importantes que brindaron su apoyo al movimiento de izquierda.

Ya en 2003, Bolivia era un caos. El gobierno de Gonzalo Sánchez de Losada había instalado un impuestazo que se tradujo en grandes manifestaciones populares y una ola represiva muy cruda (hubo 33 muertos y centenares de heridos). La situación era insoportable y en octubre Sánchez de Losada dimitió ocupando su cargo Carlos Diego Mesa Gisbert. El nuevo mandatario puso algo de paños fríos y comandó Bolivia hasta mediados de 2005 donde el repudio popular (en parte promulgado por el propio Evo Morales) lo llevó a renunciar. Las elecciones presidenciales fueron en diciembre y Morales llegó por fin, junto a su vestimenta indígena y sus plantaciones de coca, a lo más alto de la dirigencia boliviana.


(la próxima semana repasaremos su gobierno y por qué creemos que es un importante referente para Latinoamérica, ¡los esperamos!)

martes, 18 de marzo de 2008

24 de Marzo

No tengo ganas de escribir lo que ya se escribió tantas otras veces. Tampoco lo voy a hacer ahora. Un nuevo aniversario del último golpe militar, 30 mil desaparecidos, Videla, Massera y Agosti, las Madres, las Abuelas, Rodolfo Walsh, el Mundial ’78, Malvinas. ¿Qué más se puede escribir? Poco. Porque además, y esto es positivo, el gobierno de Néstor Kirchner (y por lo visto el de Cristina Fernández también lo hará) se encargó de poner en la agenda el recuerdo de lo que pasó. Usado, funcional, politizado, quizás hasta parcial. Pero recuerdo al fin.

Tampoco quiero pasarlo por alto, casi como una obligación moral. Porque además, la memoria no es nada sin presente, y es en el tiempo “ahora” que quiero detenerme a pensar. Me alegra de sobremanera que los represores de aquella época sean juzgados y apresados. Pero repudio que los que también estuvieron involucrados, pero del otro lado, formen parte del gobierno. Miguel Bonasso, sin ir más lejos, de montonero a kirchnerista. ¿Acaso él se quedó todos los setenta sentado en un sillón leyendo a Marx y sin hacer nada? No lo creo. Y también él debería dar cuenta de que hizo en esos años negros.

Claro está, tampoco voy a hacer la paparruchada de Cecilia Pando de salir a defender la causa de los asesinos. Sería imposible siquiera tratar de justificar un solo robo de bebé o un secuestro. Pero sí me parece bien que se recuerde a los militares caídos. Es justo, y sano.

Graciela Daleo fue montonera y estuvo secuestrada en la Escuela Mecánica de la Armada a comienzos del golpe, luego se exilió en España. Volvió en el ’84 y ya en la época de Menem rechazó el indulto que le dio el riojano, es decir, se hizo cargo. Si ella alguna vez participó de un operativo en el cual murió alguien, debería ser juzgada. No lo sé. Lo que sí sé es que es una de las pocas que parecería mantener firmes sus convicciones, fíjense cómo la retrata la revista La Vaca en una entrevista que le hizo (y que fue publicada también por el portal rodolfowalsh.org): “Graciela Daleo no tiene televisión por cable en su casa, nunca enciende el televisor ("salvo algunos sábados para ver las películas argentinas que pasan en Canal 7, o las películas tontas que dan a la tarde"). Por ende, no ve Gran Hermano, ni tampoco pertenece a la previsible raza de los que lo critican: simplemente lo ignora. Graciela no tiene celular, y jamás navega por Internet: no es seguro que esta charla con lavaca constituya una excepción. "Y tardé bastante en aceptar lo del correo electrónico" admite.


Una verdadera resistencia. Lo digo porque hace poco leí en las paredes de Posadas una pintada que señalaba “Aguanten las FARC”. ¿Qué! ¿Aguante la guerrilla, el secuestro, la muerte? No, gracias. Es muy factible que los lineamientos políticos que alguna vez tuvo la FARC sean de mi agrado, pero no su accionar. No, no y no. Es decir, si ser de izquierda significa apoyar la lucha armada: entonces paso. Y además me parece que el momento histórico de las guerrillas ya pasó, como también el de los golpes militares. Por lo que, se me ocurre, una real resistencia hoy estás más cerca de actitudes como las de Daleo.

En última instancia, me hubiese gustado más leer en la pared “Aparición con vida de Julio López”. Es decir, ¡muchachos, hay un desaparecido en democracia!, ¿lo recuerdan? En septiembre de 2006 se esfumó después de haber sido un testigo clave en el juicio contra Etchecolatz. Aún hoy no se sabe qué pasó, y los procedimientos judiciales hicieron todo lo posible para no ayudar.

Eso es lo más triste. Mientras unos permanecen en prisiones domiciliarias o cárceles, otros trabajan en el parlamento y el resto pelea legítimamente por la memoria, hay un testigo desaparecido. Lo peor es que todos, mal que mal, sabemos su destino. Ojalá esté con vida, ojalá. Pero el 24 de marzo no hace más que traer de vuelta viejos fantasmas, que dudo que alguna vez se hayan ido.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Me hizo cagar de risa


Me hizo cagar de risa. Me hizo cagar tanto de risa. Pero hoy me hizo llorar. La primera que me lo dijo fue mi tía: “¿te enteraste lo de Jorge Guinzburg?”. Y después, esa frase cortante, voraz, que seca el alma en un abrir y cerrar de ojos y desplaza la sonrisa hasta lo más profundo del cuerpo para que no salga: “se murió”.

¿Cómo puede ser? Aún no lo creo. Ese tipo, viejo, ese tipo. Era petiso, pero gigante a la vez. Un periodista del carajo, que sabía analizar las cosas con mucho olfato y sagacidad, capaz de incomodar con sus preguntas tanto a una estúpida vedette como a un alto funcionario del gobierno. Ese ES Jorge Guinzburg. Y ES porque ya está, se nos fue el cuerpo, pero nos va a quedar presente en su recuerdo, que en definitiva será también lo que va a quedar de nosotros.

Y mi recuerdo es el mejor. Porque el tipo no sólo supo trabajar la verdad, sino que además le imprimió siempre lo mejor de la vida: el buen humor. Y así como hace menos de un año perdimos al Negro Fontanarrosa, siento que esta vez el vacío es similar. Con Guinzburg se va la sonrisa.

Enumerar todo lo que hizo es innecesario. Todos sabemos lo que fue. Lo único que puedo decir es que las mañanas van a ser muy tristes por mucho tiempo. Y pensar que él las había convertido en algo tan divertido. ¿Quién no se despertó alguna vez sólo para ver a Guinzburg y compañía cagándose de risa e informándonos?

Pero, así es la vida. Jorge sufrió mucho el año pasado con su enfermedad, y hoy tuvo su descanso en paz. Para nosotros, los que quedamos de este lado del cielo, sólo nos queda dolor y tristeza. Pero sabemos que allá arriba, el petizo debe estar mirándonos con esa sonrisita burlona tratando de encontrar un nuevo chiste para, una vez más, hacernos cagar de risa.