La seguridad
Otro autor que nos permite pensar nuestro mundo hoy es el periodista y escritor español Vicente Verdú. Él trabaja el concepto de transparencia como el que más se utiliza en la retórica de lo que denomina el capitalismo de ficción. Todo deber ser transparente, público, nada ha de estar oculto para que no hayan dudas. Internet, por ejemplo, es un lugar donde se materializa este fenómeno: las personas cuentan sus vivencias en los blogs, muestran sus fotos en los fotologs, suben sus canciones preferidas, debaten sus opiniones en foros, etc. Se hacen visibles ya que “La exhibición otorga valor, una vez que el capitalismo de ficción ha enseñado que nada logra vigencia si no llega a ser imagen.” Todos podemos estar al tanto de lo que hacen todos. Y al mismo tiempo el secreto, lo oculto, es mirado con cierto recelo.
Y siguiendo su reflexión, Verdú nos lleva a ver que en definitiva se ha modificado el sentido de la intimidad. Para ejemplificarlo, analiza la explosión masiva de consumo de películas pornográficas y concluye que si ahora hasta el más íntimo acto sexual es mostrado abiertamente, entonces queda poco por esconder. Pero detrás de eso hay otra situación social más profunda que, paradójicamente, está más oculta. Se trata de un proceso que se inició básicamente a partir del atentado terrorista a Estados Unidos en 2001 cuando, temiendo nuevos desastres, la gente le abrió las puertas a la seguridad. Desde ahí, las personas se muestran conformes de brindarles a los organismos gubernamentales la mayor cantidad de datos posibles, incluso los más insólitos, con tal de sentirse protegidos ante la amenaza exterior. Y además exigen mayor seguridad que, si lo traducimos, puede significar mayor control. Agrega Verdú: “En cuestiones de seguridad todo parece poco mientras en asuntos de libertad el ciudadano se conforma ahora con menos. (…) se ha llevado el miedo hasta la cotidianidad, todo el mundo desea sentirse blindado, sus hijos y sus propiedades a salvo.”
Decíamos, mayor seguridad significa mayor control. Entonces, ¿quiénes nos controlan? Verdú hace hincapié en diferentes instituciones que vigilan a las personas, no sólo a través de cámaras de videos (en las tiendas por ejemplo) sino también mediante las telecomunicaciones. Y en ese sentido nos comenta acerca de la Nacional Security Agency (NSA) creada en conjunto por Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Se trata de un organismo que registra millones y millones de comunicaciones a diario a lo largo de todo el mundo. Mails, faxes, llamadas telefónicas, etc., etc., todo está bajo la mirada de la NSA por mera seguridad.
Ahora hagamos un pequeño ejercicio de reflexión: en 2003 Estados Unidos invadió Irak aduciendo que allí se guardaban armas de destrucción masiva, por más que inspecciones previas de expertos de la Organización de las Naciones Unidas habían dicho lo contrario. La ocupación sigue hasta el día de hoy, han muerto miles y miles de personas y el año pasado fue asesinado mediante la horca el depuesto dictador Saddam Hussein. Y todo, en nombre de la seguridad. Entonces, ¿hasta dónde nos tranquiliza que la NSA o alguna otra institución pueda controlarnos tanto?, si la invasión se hizo por más que la información fuera falsa, ¿qué nos asegura entonces que brindando nuestros datos reales vayamos a estar menos expuestos a peligros?, ¿dónde quedó la intimidad de un llamado telefónico por ejemplo? Y por último, una pregunta básica: ¿por qué esos cinco países nos vigilan de tal manera? Por lo menos nos hubieran avisado…
Y es que el miedo paraliza. Si tomamos ahora algunos de los análisis realizados por el filósofo Michael Foucault, podemos pensar esos mecanismos de control como un panóptico. Se trata de un sistema donde un guardia (trabaja desde la imagen de la cárcel) está ubicado en lo alto de una torre y vigila a cada uno de los prisioneros debajo, colocados en celdas construidas de manera tal que él puede ver exactamente todo lo que hacen, pero ellos no a él. Así, el preso sabe que está siendo controlado, pero no cuándo, por lo que vive en una constante incertidumbre y procura no hacer nada que conlleve una sanción. Él lo pensó, como señalamos varias líneas arriba, en el marco de la Sociedad de Disciplina, pero no deja de ser una herramienta conceptual muy útil hoy en día. Foucault sostiene: “Es un tipo de implantación de los cuerpos en el espacio, de distribución de los individuos unos en relación con los otros, de organización jerárquica, de disposición de los centros y de los canales de poder, de definición de sus instrumentos y de sus modos de intervención…” Habla de “centros de poder”, Castells los llama “conmutadores”, pero la idea es la misma. Hay núcleos de poder que regulan nuestras actividades diarias, almacenan la información de todo lo que hacemos, nos controlan.
En su libro “1984” George Orwell imaginó una sociedad controlada por un Gran Hermano omnipresente, que estaba atento a los más mínimos gestos, a cualquier actitud que no se correspondiese con lo que él consideraba correcto, que incluso desafiara el mundo que había construido. Ahora bien, ¿hay algo de eso en todo lo que estamos comentando? Pues bien, es muy difícil encontrar en Internet un sitio desde el cual, por ejemplo, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) puedan expresar sus ideas antiimperialistas, opuestas a los grandes centros de control. Sin embargo, si buscamos podemos hallar por ejemplo que en http://www.geocities.com/guerrillasenlatinoamerica/cronologiafariana.htm hay una breve cronología de la organización y abajo, en un apartado, el siguiente texto: “NOTA DE LOS EDITORES.- Como sabrán. Luego de los atentados del 2001 en Nueva York. Los EE.UU. consideró a las FARC como un grupo “terrorista”. Como consecuencia de esto, el gobierno yanki, en su desesperado y vano intento por reprimir toda resistencia legítima del pueblo, silenció la voz de las FARC en internet. Ya antes de los atentados a las torres gemelas, a fines de los años noventa, habían intentado censurar a los hermanos colombianos. Mienten los “grandes globalizadores” cuando nos dicen que en internet existe “democracia”. Mienten cuando nos repiten una y otra vez que existe “irrestricta libertad de expresión en la red”. Mienten y seguirán mintiendo descaradamente, porque lo que existe en este mundo es el poder abusivo del capital. Ese poder que hace que existan miles de páginas de pornografía infantil en las narices de los “grandes policías” de la INTERPOL y del FBI. Esas páginas son intocables. ¿Quiénes los protegen?. ¿ No es extraña tanta rapidez para unos casos y para otros no? Lo mismo podemos decir lo que están haciendo en el País Vasco. No hay duda. La cacería ya empezó. ¡ A prepararse para las luchas que se vienen compañeros!. Febrero 2003.” En este caso, parece que al Gran Conmutador se le escapó algo.
La explotación del alma
Así es como denominan en el libro “¿Quién habla?” (editorial Tinta Limón) al trabajo en los call centers. El texto recoge testimonios de personas que pasaron por esos nuevos espacios laborales, lugares hechos a medida de la Sociedad de la Información donde jóvenes de entre 18 y 24 pasan alrededor de seis horas diarias frente a una computadora atendiendo un teléfono y contestándoles las llamadas a personas que tienen problemas con su conexión de Internet, con un producto en especial, etc. Mientras Foucault analizó en su momento los cuerpos dóciles, aquí se va más allá y se habla de las almas explotadas, de las almas dóciles diríamos. ¿De qué se trata todo esto? Foucault señala que los cuerpos se van disciplinando dentro de una actividad y los individuos terminan por ajustarse a las conductas que ella les impone. Los aparatos disciplinarios de los que habla tienen algunos aspectos que podemos aplicar a los call centers.
Por empezar, dice Foucault, debe haber una clausura, un espacio cerrado en donde se lleve a cabo la actividad, en este caso, los edificios donde funcionan las compañías de call center. Luego, hay divisiones en zonas para poder ejercer un mayor control sobre los individuos; en los call centers cada joven tiene su escritorio, su computadora, etc. que por lo general están numerados. A su vez, estas particiones encierran una funcionalidad y una jerarquía: cada elemento constituye una tarea específica, y la importancia de ésta le dará un mayor o menor valor en el conjunto. Así, hay áreas destinadas a atender los reclamos, otras a guiar telefónicamente las instalaciones de softwares, otras a labores administrativas, etc., etc. y es común que a medida que un chico aumenta su productividad en la empresa, vaya ascendiendo de área. Y así se va configurando, disciplinando, a quien trabaja en un call center.
Este proceso no está exento de mecanismos de control, por momentos, tétricos. Para clarificar un poco más, veamos primero algo que nos comenta Foucault: “Se trata de establecer las presencias y las ausencias, de saber dónde y cómo encontrar a los individuos, instaurar las comunicaciones útiles, interrumpir las que no lo son, poder en cada instante vigilar la conducta de cada cual, apreciarla, sancionarla, medir las cualidades o los méritos.” Ahora bien, repasemos qué cuenta Andrea Badantes, una chica que trabajó en un Call Center, en una edición de la revista “Veintitrés” acerca de su experiencia: “Cada vez que iba al baño, tenía que apretar un botón que decía ‘not ready’. Si tardabas más de tres minutos, los supervisores venían preocupados a ver qué pasaba. Porque los supervisores monitorean todo.”Es prácticamente una confirmación de las palabras de Foucault, a la vez que un preocupante paralelismo con la obra de Orwell…
Pero además, y relacionándolo ahora con otros de los puntos ya analizados, muchos call centers trabajan para diferentes empresas ofreciendo sus productos. Se ha vuelto una moda y hoy en día hay muchas empresas que utilizan las llamadas a usuarios “x” para tratar de conseguir clientes. ¿Cómo lo hacen? Algunas compañías trabajan con la guía telefónica, asignándoles páginas al azar a cada teleoperador para que llamen y prueben suerte. Otras, en cambio, recurren a las herramientas antes mencionadas para obtener datos acerca de potenciales compradores, y así telefonearlos a casa. Por eso muchas veces recibimos llamados de jóvenes a los que no conocemos, hablándonos de que cosas que no teníamos idea que existían, y ambos sin saber que estamos inmiscuidos en el mismo sistema. Ellos por la explotación del alma, nosotros por la transparencia.