Los noticieros de los canales de televisión más importantes de Argentina dejan mucho que desear. En realidad, muestran casi todos lo mismo y de la misma forma, salvo algunas pequeñas excepciones. Lo cierto, es que actualmente son mucho más un espectáculo que un servicio informativo serio. Vamos a intentar descubrir algunos de los aspectos que hacen a su estructura común, partiendo de un texto escrito por el periodista francés Pierre Mellet (lo pueden leer enteramente haciendo clik acá), quien de manera muy contundente hizo una radiografía de lo que ocurre en su país, que no se aleja de lo que sucede acá.
Lo primero que nos dice Mellet es que el noticiero informativo “se ha convertido (…) en la cita de toda la sociedad (aunque cada uno está en su casa). Se trata, paradójicamente, de un espacio esencial de socialización”. Esto, en primer término, nos habla de la importancia del programa, que es considerado por gran parte de sus espectadores como una fuente legítima de información acerca de la realidad. El mayor riesgo es precisamente ese, que el público considere que efectivamente lo que ve es TODO lo que pasa a su alrededor, “la actualidad” misma.
Pues no, ante todo el informativo es un conjunto de noticias seleccionadas bajo un criterio generalmente comercial, dependiente del rating. Si bien todo lo que se muestra ocurrió verdaderamente, hay que tener en cuenta cómo se lo dice y, sobretodo, qué se deja de contar. Si los casos policiales ocupan gran parte de la emisión, es más por un afán de conquistar la curiosidad y el interés (hasta cierto punto) morboso de la gente, que por una coyuntura cierta donde la violencia acapare toda la atención. Hoy vemos constantemente casos de inseguridad en Capital Federal y provincia de Buenos Aires (porque además los canales “porteños” se dedican mayormente a sus lugares de origen, sin importarles el hecho de llegar a todos el país) presentados sucesivamente, que no hacen más que originar una agobiante sensación de impotencia y miedo. ¿Pero hasta dónde ese sentimiento se corresponde con el día a día?
Mellet sostiene que “el noticiero de televisión, como casi todos los medios, es un órgano de difusión de las consignas del momento”. Así, en todos los informativos predominan los discursos que la agenda de los medios considera relevantes. Por eso los asaltos, los secuestros, el conflicto de Gualeguaychú, los juicios a los represores, el índice del INDEC y las novedades del fútbol argentino son, en líneas generales, los temas más recurrentes de los últimos tiempos, sin dejar espacio para otros: ¿Acaso no hay ONG’s que hacen cosas por la gente? ¿No hay políticos honestos que suman su pequeño granito desde un municipio? ¿No hay contaminación de empresas papeleras en nuestro propio país? ¿Qué pasa en las provincias? Todo esto y mucho más queda relegado.
Hay varios formatos desde los cuales el noticiero transfiere esa visión de la actualidad y uno de los más recurrentes es el Reportaje. Éste cuenta con dos partes, la imagen y el comentario que de ella se hace. Lo ideal sería que la voz en off agregue más datos y complemente lo que muestran las imágenes, sin embargo, según Mellet “lo que se produce en la televisión es precisamente lo contrario: el comentario nos cuenta lo que la imagen no hace más que ilustrar”.
Así, lo que adquiere sentido es lo que dice el narrador, esa “voz divina” que nos relata la realidad a su manera y nos termina de convencer a través de las imágenes y las palabras de los eventuales testigos, que no hacen más que autentificar el discurso. Discurso que, por cierto, es sólo “una visión del mundo sin otra alternativa, que trata de dar una apariencia de objetividad”. Por lo tanto, tras el reportaje terminamos por considerar un hecho según cómo nos lo contó el comentario que escuchamos, y revalidamos su verosimilitud a partir de lo que vimos.
Vení que te cuento lo que pasa
Los noticieros tienen dos grandes maneras de representar la realidad según Mellet: la Anécdota y la Fatalidad. La primera nos muestra un caso particular que aparentemente contendría las causas de una problemática más general. Por caso, un asalto en San Martín podría ejemplificar acabadamente los graves problemas del sistema de seguridad del conurbano bonaerense, quitándole de esta forma profundidad y matices al tema, de por sí complejo.
La Fatalidad, por su lado, es aquello que se deja ligado al azar, todo lo que nos trasciende. El riesgo de esta óptica es llegar al punto de pensar que un accidente automovilístico fue producto de la “mala suerte” antes de una deficiencia en el campo vial de nuestro país, que tiene fallas en los controles, las rutas y la educación de los conductores.
Mellet además nos brinda algunos ejemplos de los formatos que se utilizan para transmitir una serie de valores que hacen, en última instancia, a la estructura dominante de la sociedad, o por lo menos aquella que maneja los medios de comunicación. Así encontramos la Acusación que sirve para reafirmar lo que está “bien” y lo que está “mal”; la Evidencia como herramienta para dar una información sin reflexionar sobre ella (en materia económica generalmente); la Hagiografía como creadora de “modelos a seguir suscitando admiración y respeto” y su contracara, el Folclore, que nos muestra personajes excepcionales (un músico por ejemplo) que más bien hay que mirar con cierta curiosidad, pero no tratar de imitar.
Estos y otros componentes están presentes en todos los noticieros y se reiteran cotidianamente en ese ritual del que nos habla Mellet: “En los mismos horarios se anuncian las mismas historias, contadas por los mismos reportajes, introducidas y comentadas con las mismas palabras, poniendo en pantalla a los mismos personajes, ilustradas con las mismas imágenes.”
Las caras de la verdad
Uno de los componentes principales de los noticieros son los Presentadores. Ellos son “el centro mismo del dispositivo de credibilidad” y la confianza de lo espectadores hacia ellos pasa mucho más por su carisma y figura de seriedad, que por ser efectivamente muy buenos periodistas. Mellet dice que “lo importante para el presentador es “aparentar”. Su credibilidad (…) está basada (…) en su manera de tranquilizar y su apariencia de hombre honesto e inteligente”, lo que no quiere decir que no lo sea, pero aquí la imagen que se construye juega un rol fundamental.
La figura del periodista legitima la información y la hace más verdadera. Por eso no es lo mismo que un vecino nos cuente acerca de una tragedia ocurrida en Perú a que lo hagan Santo Biasatti o Mónica Gutiérrez, por citar algunos presentadores con buena imagen en la televisión nacional. Si lo dicen ellos, la noticia necesariamente debe ser cierta, no pueden estar mintiéndonos, o por lo menos sería una gran decepción si así lo hicieran.
Lo primero que nos dice Mellet es que el noticiero informativo “se ha convertido (…) en la cita de toda la sociedad (aunque cada uno está en su casa). Se trata, paradójicamente, de un espacio esencial de socialización”. Esto, en primer término, nos habla de la importancia del programa, que es considerado por gran parte de sus espectadores como una fuente legítima de información acerca de la realidad. El mayor riesgo es precisamente ese, que el público considere que efectivamente lo que ve es TODO lo que pasa a su alrededor, “la actualidad” misma.
Pues no, ante todo el informativo es un conjunto de noticias seleccionadas bajo un criterio generalmente comercial, dependiente del rating. Si bien todo lo que se muestra ocurrió verdaderamente, hay que tener en cuenta cómo se lo dice y, sobretodo, qué se deja de contar. Si los casos policiales ocupan gran parte de la emisión, es más por un afán de conquistar la curiosidad y el interés (hasta cierto punto) morboso de la gente, que por una coyuntura cierta donde la violencia acapare toda la atención. Hoy vemos constantemente casos de inseguridad en Capital Federal y provincia de Buenos Aires (porque además los canales “porteños” se dedican mayormente a sus lugares de origen, sin importarles el hecho de llegar a todos el país) presentados sucesivamente, que no hacen más que originar una agobiante sensación de impotencia y miedo. ¿Pero hasta dónde ese sentimiento se corresponde con el día a día?
Mellet sostiene que “el noticiero de televisión, como casi todos los medios, es un órgano de difusión de las consignas del momento”. Así, en todos los informativos predominan los discursos que la agenda de los medios considera relevantes. Por eso los asaltos, los secuestros, el conflicto de Gualeguaychú, los juicios a los represores, el índice del INDEC y las novedades del fútbol argentino son, en líneas generales, los temas más recurrentes de los últimos tiempos, sin dejar espacio para otros: ¿Acaso no hay ONG’s que hacen cosas por la gente? ¿No hay políticos honestos que suman su pequeño granito desde un municipio? ¿No hay contaminación de empresas papeleras en nuestro propio país? ¿Qué pasa en las provincias? Todo esto y mucho más queda relegado.
Hay varios formatos desde los cuales el noticiero transfiere esa visión de la actualidad y uno de los más recurrentes es el Reportaje. Éste cuenta con dos partes, la imagen y el comentario que de ella se hace. Lo ideal sería que la voz en off agregue más datos y complemente lo que muestran las imágenes, sin embargo, según Mellet “lo que se produce en la televisión es precisamente lo contrario: el comentario nos cuenta lo que la imagen no hace más que ilustrar”.
Así, lo que adquiere sentido es lo que dice el narrador, esa “voz divina” que nos relata la realidad a su manera y nos termina de convencer a través de las imágenes y las palabras de los eventuales testigos, que no hacen más que autentificar el discurso. Discurso que, por cierto, es sólo “una visión del mundo sin otra alternativa, que trata de dar una apariencia de objetividad”. Por lo tanto, tras el reportaje terminamos por considerar un hecho según cómo nos lo contó el comentario que escuchamos, y revalidamos su verosimilitud a partir de lo que vimos.
Vení que te cuento lo que pasa
Los noticieros tienen dos grandes maneras de representar la realidad según Mellet: la Anécdota y la Fatalidad. La primera nos muestra un caso particular que aparentemente contendría las causas de una problemática más general. Por caso, un asalto en San Martín podría ejemplificar acabadamente los graves problemas del sistema de seguridad del conurbano bonaerense, quitándole de esta forma profundidad y matices al tema, de por sí complejo.
La Fatalidad, por su lado, es aquello que se deja ligado al azar, todo lo que nos trasciende. El riesgo de esta óptica es llegar al punto de pensar que un accidente automovilístico fue producto de la “mala suerte” antes de una deficiencia en el campo vial de nuestro país, que tiene fallas en los controles, las rutas y la educación de los conductores.
Mellet además nos brinda algunos ejemplos de los formatos que se utilizan para transmitir una serie de valores que hacen, en última instancia, a la estructura dominante de la sociedad, o por lo menos aquella que maneja los medios de comunicación. Así encontramos la Acusación que sirve para reafirmar lo que está “bien” y lo que está “mal”; la Evidencia como herramienta para dar una información sin reflexionar sobre ella (en materia económica generalmente); la Hagiografía como creadora de “modelos a seguir suscitando admiración y respeto” y su contracara, el Folclore, que nos muestra personajes excepcionales (un músico por ejemplo) que más bien hay que mirar con cierta curiosidad, pero no tratar de imitar.
Estos y otros componentes están presentes en todos los noticieros y se reiteran cotidianamente en ese ritual del que nos habla Mellet: “En los mismos horarios se anuncian las mismas historias, contadas por los mismos reportajes, introducidas y comentadas con las mismas palabras, poniendo en pantalla a los mismos personajes, ilustradas con las mismas imágenes.”
Las caras de la verdad
Uno de los componentes principales de los noticieros son los Presentadores. Ellos son “el centro mismo del dispositivo de credibilidad” y la confianza de lo espectadores hacia ellos pasa mucho más por su carisma y figura de seriedad, que por ser efectivamente muy buenos periodistas. Mellet dice que “lo importante para el presentador es “aparentar”. Su credibilidad (…) está basada (…) en su manera de tranquilizar y su apariencia de hombre honesto e inteligente”, lo que no quiere decir que no lo sea, pero aquí la imagen que se construye juega un rol fundamental.
La figura del periodista legitima la información y la hace más verdadera. Por eso no es lo mismo que un vecino nos cuente acerca de una tragedia ocurrida en Perú a que lo hagan Santo Biasatti o Mónica Gutiérrez, por citar algunos presentadores con buena imagen en la televisión nacional. Si lo dicen ellos, la noticia necesariamente debe ser cierta, no pueden estar mintiéndonos, o por lo menos sería una gran decepción si así lo hicieran.
Mellet realizó su trabajo en base a los noticieros de las 20 horas en Francia. Acá en Argentina tenemos uno sólo en ese horario y es quizás el más clásico de todos: Telenoche en Canal 13. Visión 7, de Canal 7, se emite a las 21 hs. y los otros tres canales compiten con sus informativos a las 19 : América Noticias Segunda Edición (América), Telenueve Segunda Edición (Canal 9) y Telefé Noticias a las 19 (Telefé).
En todos vemos más o menos lo mismo. Todos nos lo cuentan de forma similar. La realidad, la actualidad, pasa por ellos. ¿Es cierto lo que nos muestran? Sí, pero es apenas una porción de todo lo que nos podrían contar. Creerles fielmente a los noticieros hoy en día es confiar ciegamente en un producto que no deja de estar inserto en la vorágine de la televisión actual. Entonces, hay que verlos, pero con mucha atención.
En todos vemos más o menos lo mismo. Todos nos lo cuentan de forma similar. La realidad, la actualidad, pasa por ellos. ¿Es cierto lo que nos muestran? Sí, pero es apenas una porción de todo lo que nos podrían contar. Creerles fielmente a los noticieros hoy en día es confiar ciegamente en un producto que no deja de estar inserto en la vorágine de la televisión actual. Entonces, hay que verlos, pero con mucha atención.